Cuando José Odreman, líder del Colectivo 5 de Marzo, grupo paramilitar de apoyo al régimen, fue detenido por cuerpos de seguridad, declaró en tono de reproche: “Antes me buscaban (el gobierno) para que con mi gente infiltrara guarimbas y generara violencia, ahora me persiguen”. Su mensaje fue transmitido por televisión. Aquella mañana, Odreman amenazó al gobierno con protestas y pidió al ministro de Interior y Justicia, Miguel Rodríguez Torres, que cesara el ataque contra movimientos sociales. A pocos días José Odreman murió acribillado por funcionarios del Cicpc.
Hoy, cuando nos sentimos imbuidos por la cercanía de un importante proceso electoral, hubiera preferido escribir sobre nuestros adversarios en las elecciones, pero la violencia desatada en el país se impone. Recientes acontecimientos siembran terror, visten con desprecio las promesas de las autoridades y provocan náuseas cuando esgrimen írritas excusas de la lucha por el poder. El régimen se ahoga en un estercolero y se hunde en el barrial del fétido pozo del poder donde, como bagres, se mueven los privilegiados de la cleptotracia gobernante, que solo merece el calificativo de canallas.
Estamos próximos a unas jornadas cívicas que pudieran ser históricas, pero el leprocomio político en el que han convertido la nación impide el contraste ideológico que exige la contienda política con el enfrentamiento de ideas para expresar posiciones y lograr la confianza, respeto y comprensión de los ciudadanos. No hay debate.
La delincuencia se agiganta ante un corrompido sistema de justicia sometido al Ejecutivo, sin autonomía, ni independencia. Igual ocurre en la Fiscalía General de la República, y ni hablar de la Defensoría del Pueblo que está a espaldas de los sometidos. Funcionarios convertidos en ejecutores de caprichos y absurdos del autócrata. Se ha pulverizado el espíritu fundamental de lo que debe ser y ha de ser la república.
Venezuela es un territorio invadido por los peores ejemplos. Aquí los jerarcas de la administración pública han creado una simbiosis letal entre su escasa preparación y la falta de capacidad para gobernar. El fruto es el desprecio del ciudadano.
Ha recurrido la oclocracia a colocar como timoneles de la sociedad a la gleba convertida en Ejército de Choque, integrado por matones, secuestradores y fracasados de los cuerpos policiales, con un solo propósito, como lo indicó el difunto Odreman, amedrentar.
Se ha demostrado que la justicia es indispensable para la paz y solo habrá justicia cuando cese la impunidad, cuando frente a la ley los ciudadanos seamos iguales. Históricamente se ha comprobado que descalificar, amenazar, sembrar intrigas, mentir, y acciones contra falsos acontecimientos han provocado en los pueblos crecimiento para enfrentar la opresión.
La inconformidad crece cuando el autócrata temeroso de que se descubra la verdad niega la presencia de observadores internacionales.
La realidad de la derrota al régimen rechaza la exigencia de amnistía para que las elecciones se celebren sin presos políticos.