Cuando el juicio político contra Dilma Rousseff era solo una iniciativa que aún debía ser aprobada por el Congreso de Brasil, el entonces vicepresidente Michel Temer ya ensayaba su primer discurso como presidente interino.
En abril pasado, casi una semana antes de que la Cámara de Diputados realizara la primera votación para permitir el enjuiciamiento Rousseff, la mandataria denunció la existencia de una grabación en la que Temer daba como un hecho su impeachment.
Para ella, se trataba de una prueba irrefutable de la existencia de una conspiración contra su gobierno y acusó a su vicepresidente de ser el “jefe de los conspiradores”.
Temer negó los señalamientos, mientras sus partidarios le defendieron con el argumento de que el político de 75 años sólo se preparaba, responsablemente, para una eventualidad que podría catapultarlo a la presidencia.
Esa posibilidad ya es un hecho y Temer, quien hasta hace unos pocos meses era una figura con poco peso real en el gobierno, se ha convertido en el mandatario de todos los brasileños, después de que Rousseff haya sido destituida de su cargo este miércoles por el Senado de forma definitiva.
De esta manera ha pasado del cargo de presidente interino que ha ocupado desde mayo pasado a presidente.
“Un vice decorativo”
Descrito públicamente como “superencantador” pero también como “un mayordomo de película de terror”, Temer era la principal ficha del centrista Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) en la coalición que llevó a Rousseff a la presidencia en 2010 y 2014.
El PMDB es, por número de diputados y senadores, el partido más grande de Brasil.
Pese a ello, no ha tenido candidato propio a la presidencia desde 1994, lo que no ha evitado que sea el partido que más presencia ha tenido en el gobierno federal desde el regreso de la democracia a Brasil hace 30 años.
Y, fiel a su estilo, solamente se retiró de la coalición del gobierno liderado por el izquierdista Partido de los Trabajadores el pasado 29 de marzo, sin que por ello Temer se sintiera obligado a renunciar al cargo de vicepresidente.
En una carta enviada a Rousseff seis días después de la apertura del proceso de juicio político, sin embargo, Temer se quejó de no haber sido más que un “vicepresidente decorativo” y una víctima de la “desconfianza” y “menosprecio” del gobierno.
Y el tono sentimental de la misiva, que lo colocó en abierto curso de colisión con la presidenta, también terminó obligando a una revaloración de la reputación de político “ponderado”, “conciliador”, “cerebral” y “tranquilo” cosechada por Temer.
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BBC MUNDO