Miles de millones de años de evolución dieron lugar a un animal que puede llegar a vivir algo más de 100 años y recorrer cien metros en menos de diez segundos. Esos límites parecen fijados por la propia historia de nuestra especie y puede que podamos hacer poco para ampliarlos por vías convencionales. Pero además de sus límites, los seres humanos desarrollaron un cerebro capaz de generar la ambición para enfrentarse incluso a su propia naturaleza.
La clave del método publicado hoy consiste en comenzar la transformación de las células sin llegar hasta el final. De alguna manera, sería como hacer avanzar a las células hacia el estado embrionario, la juventud máxima, pero deteniéndose a medio camino. “Si completamos la reprogramación de las células, manteniendo activados esos cuatro genes todos los días, se producen tumores, pero si lo hacemos solo durante dos días a la semana, logramos efectos positivos”, explica Izpisúa. De esta manera, la célula rejuvenece, pero mantiene su identidad, algo que no sucede si se continúa el proceso hasta que alcanza el estado de pluripotencia.
Para conseguir dar el salto de ratones a humanos, los responsables de este avance saben que no pueden manipular la expresión de unos genes. En su lugar, quieren hacerlo a través de moléculas, como las que están en la base de los medicamentos que tomamos, que reproduzcan en células humanas el comportamiento de los cuatro genes de Yamanaka.
“Encontrar un compuesto químico que produzca ese efecto es fundamental, porque si sabes la dosis y sabes cuándo se debe tomar y lo has probado en animales, será mucho más práctico que activar un gen”, concluye Izpisúa.