No sabemos si es por ser nosotros los venezolanos parte de la cuenca del Caribe que hemos dejado de existir como nación y no nos hemos dado cuenta de que en Venezuela ocurren situaciones incomprensibles. Cada día nos apartan más de la triste realidad de nuestra cotidianidad y nos sumergen en un mar de ilusiones.

Existimos sin un gobierno, sin gabinete ejecutivo y con un presidente que alimenta su proyecto gubernamental con cánticos de pajaritos y rezos blasfemos. Sin embargo, en vez de alarmarnos ante la inexistencia virtual, es muy poco lo que hacemos por entender estas situaciones, muy poco para comprenderlas y nada por evitarlas.

Como deducción al diario discurso de la revolución, revoltillo intelectual que no llega a perico, los conductores del proceso insisten que la educación es gratuita, cuando una lista de útiles escolares supera dos y tres veces los ingresos mensuales de un trabajador. No dejan de repetirnos sus logros en salud pública, cuando sabemos que cada hora mueren por inasistencia médica cientos de venezolanos. Predican la soberanía mientras dependemos de los puertos para darnos el alimento que tendría que venir de nuestros campos.

Tanto o más escabroso que el terreno de la educación, la salud pública y la producción, es el de la corrupción, cuando mafias enchufadas llegan a ganar más por el contrabando de gasolina, cabillas, cemento o alimentos que por el narcotráfico.

Cómo explicarnos que subsidiamos a Cuba con la mitad de nuestras reservas fiscales, a un elevadísimo costo para este país en quiebra, y permitimos que esto se haga mientras vemos el gradual deterioro de la producción de crudo, que lamentablemente constituye hoy el único sustento de nuestra economía.

Esta semana Pdvsa se ha visto obligada a salir al mercado internacional para adquirir crudos medianos y livianos.
Situación terrible que genera dudas sobre la sostenibilidad a largo plazo de regalar crudo por un lado, cuando por el otro hay que comprarlo a precios internacionales. Muchos expertos advertían sin resonancia alguna que Venezuela estaba matando la gallina de los huevos de oro por la evidente falta de inversión en nuestra industria petrolera. Muchos hoy piensan que estamos en los capítulos finales del otrora orgullo patrio.

El bolívar, irónicamente llamado fuerte, está pulverizado como unidad monetaria. A diario amanecemos con la terrible constatación de que se agiganta el círculo vicioso de una mayor devaluación acompañada de mayor inflación. Horca que lenta, pero seguramente, terminará asfixiando a la nación.

Pero ante la inverosímil realidad constatada, pareciera que en este convulsionado país no pasa nada y ni los sacudones son capaces de cambiar la inevitable fatalidad, y por ello es que cabe preguntarse si es que el país ya no existe.
Dijo Bolívar: “…Os ruego que permanezcáis unidos, para que no seáis los asesinos de la patria y vuestros propios verdugos”.

EL NACIONAL

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