Carlos Cruz Diez -a sus 90 años- celebra sobre un barco que el cinetismo navega por cientos de soportes distintos. Además cuenta con el trabajo de toda su familia.

Carlitos, Jorge y Adriana crecieron en un movimiento intenso, con un padre empeñado en descubrir nuevos mundos de color, mundos que otros no verían hasta entrado el siglo XXI.

El nuevo siglo hizo de la carrera de Carlos Cruz Diez el crecimiento de 50 años de trabajo, de tres o cuatro exposiciones por año pasó a setenta en el 2014. Está vez sería Mariana Cruz Delgado, su segunda nieta por parte de Carlos y Silviana, joven diseñadora de moda que habla inglés, francés, japonés y español, con la capacidad de una traductora simultánea experimentada se embarca en el viaje a Liverpool sin perder palabra dicha, vuelve y pregunta a cada periodista, fanático o funcionario si hay otra cosa que deseen preguntar al abuelo. Su parecido con una manga japonesa no es casual: Marianita desde muy pequeña amó la cultura nipona y la sigue estudiando sin descanso. Nadie pregunta quién se encargará de ser traductora en los viajes a Japón, la figura de Mariana se mueve del continente europeo al asiático como si de una fisicromía estuviésemos hablando. Lo que no existe lo inventa.

Para la curadora Sally Tallant, de la Bienal de Liverpool, el gran reto era encontrar a un artista con una trayectoria lo suficientemente enorme como para representar el plato fuerte de la Bienal. Desde el año 2006 en Islandia cuando conoció el trabajo de Cruz Diez quedó convencida que tenían que trabajar juntos. El maestro reúne las cualidades necesarias, cumple con todas las características indispensables para un reto como éste, y lo más importante, acepta retos, todos los retos.

Si no existe la herramienta para hacer realidad un proyecto, él la inventa. Con un orden frenético en sus herramientas el maestro no permite que algo esté fuera de sitio en el atelier, es así como si un alicate o prensa no aparece en el taller es que no ha sido creado, así que le tocará a él crearla.

Los nietos se han ido involucrando en los talleres. Paris y Panamá son dirigidos por sus dos hijos mayores, mientras Adriana, diseñadora gráfica, continúa su trabajo desde París.

El maestro afirma en los inicios de matrimonio y carrera la gente solía advertirme: « Mantén a la familia al margen de tu trabajo, no es bueno mezclar todo», yo aposté y gané. Un genio que se mantiene el cien por ciento de su tiempo inmerso en la investigación de un mundo cinético no podría separar una pasión de la otra. Y sólo hay dos grandes pasiones: familia y cinetismo.

Embarcados todos en este enorme proyecto, coordinado por Carlitos desde el atelier de París, Noel Teale desde Londres y el resto del equipo haciendo seguimiento a cada raya hecha sobre el viejo barco de la Primera Guerra Mundial, el Edmund Gardner.

Cinco de los pintores seleccionados para pintar el barco firman junto al maestro la obra, comentan entre ellos que les gustaría seguir pintando barcos como éste, «comprenderá que algo como esto lo mantiene a uno apasionado, y luego de conocer al maestro nos gustaría sólo pintar barcos como éste».

Carlos Cruz Diez bromea con los pintores, conversa con uno de los antiguos capitanes de la embarcación que se acercó a saludar, recibe con agrado las indicaciones de los fotógrafos, al punto de convertir la sesión en una suerte de risas cómplices cuando eleva las manos al cielo mientras hace gestos de un joven adolescente, y es que Cruz Diez a sus tempranos noventa ríe y bromea como si arrancase el debut de sus primeros veinte.

Andreína Mujica

Cruz Diez y Andreína Mujica
Cruz Diez y Andreína Mujica
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