Sheila estaba en la escuela primaria en Camerún la primera vez que probó el caolín.

“Mi tía lo comía, y a menudo era yo el quien tenía que ir y comprarlo por ella”, recuerda.

Sheila está estudiando en la universidad en Francia. Mucha gente en su país, dice, continúa consumiendo esa sustancia cada día. Algunos incluso se hacen dependientes de ella.

El caolín no es precisamente difícil de conseguir -se puede comprar en la mayoría de los mercados cameruneses- y no es algo que aparece en ninguna lista de sustancias prohibidas.

Pero no es una nueva droga callejera. Es tierra.

Antecedentes de larga data

El hábito de comer tierra, o geofagia, es muy antiguo en Camerún. Textos de la época colonial sobre la región describen el comportamiento en detalle.

De acuerdo con Sera Young, experta en geofagia residente en la Universidad de Cornell, en EE.UU., tiene una larga historia en todo el mundo.

Young ha pasado casi dos décadas tratando de entender este comportamiento, y en un estudio exhaustivo de cerca de 500 relatos históricos y contemporáneas de todo el mundo, ella y sus compañeros de investigación documentaron su prevalencia mundial.

La geofagia ha sido reportada en países tan diversos como Argentina, Irán y Namibia.

En el análisis del equipo se identificaron algunas tendencias.

El consumo parece ser mayor en los trópicos, y dos grupos tienden a gravitar hacia él, en particular: los niños (como era previsible, tal vez) y las mujeres embarazadas.

Por supuesto, las tasas más bajas que se observan en otros países podrían también ser el resultado de tabúes culturales.

“Estos deseos no alimentarios ocurren mucho, y ocurren en nuestras narices”, dice Young, citando un caso que escuchó de una conocida cantante de ópera en Nueva York, cuyo secreto era el oscuro deseo de comer tierra durante el embarazo.

A contracorriente

El propio interés de Young en la geofagia se despertó al realizar trabajo de campo en zonas rurales de Tanzania.

“Estaba haciendo entrevistas con mujeres embarazadas sobre la anemia por deficiencia de hierro”, recuerda.

“Estaba sentada en el suelo de la casa de esta mujer, y le pregunté qué le gustaba comer durante el embarazo, y dijo: ‘dos veces al día, tomo tierra de la pared de mi casa y me la como'”.

Comprensiblemente, Young se sorprendió. “Comer tierra va en contra de todo lo que se nos educó para hacer”, señala.

De hecho, la medicina occidental ha considerado a la geofagia como patológica, clasificándola como una forma de pica, la condición también atribuida a los que ingieren intencionalmente sustancias nocivas como el vidrio o la lejía.

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