La primera vez que fuimos al médico (y me dijo que tenía el síndrome de Rokitansky) mi padre puso buena cara. Mi madre, sin embargo, no se lo tomó tan bien. Y fue devastador verla así.

No hablamos mucho de ello durante los primeros cinco años. Yo no podía. Me sentía destrozada y muy débil.

Mi madre cree que hizo algo mal durante el embarazo, aunque le expliqué que no era así; es una cuestión genética.

Pero lo cierto es que es un trastorno muy estigmatizado y mi mamá no fue la única persona que se lo tomó mal.

Lo más doloroso fue cuando mi pareja me dejó.

Yo tenía 21 años, vivía en Atenas (Grecia) y mi novio y yo estábamos comprometidos.

Y cuando le expliqué mi trastorno, decidió romper conmigo.

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