De acuerdo con las agencias internacionales que se encargan de labores de retirada de las armas, unos 288 millones de bombas de racimo y unos 75 millones de otro tipo de bombas sin explotar quedaron esparcidas en Laos al terminar la guerra

Las bombas “caían como la lluvia”.

Así describió un ciudadano de Laos los intensos, secretos y devastadores bombardeos a los que fue sometido su país por parte de Estados Unidos durante la guerra de Vietnam entre las décadas de 1960 y 1970.

Esas palabras fueron recuperadas este martes por el presidente Barack Obama, quien se convirtió en el primer mandatario estadounidense en ejercicio en visitar ese país del sureste asiático, al que describió como “la nación más bombardeada de la historia”.

“Dada nuestra historia aquí, creo que Estados Unidos tiene la obligación moral de ayudar a sanar a Laos”, dijo Obama.

Tendrán mucho para hacer. De acuerdo con las agencias internacionales que se encargan de labores de retirada de las armas, unos 288 millones de bombas de racimo y unos 75 millones de otro tipo de bombas sin explotar quedaron esparcidas en Laos al terminar la guerra.

Durante los próximos tres años se gastarán unos US$90 millones para retirar los explosivos que aún quedan. Eso, luego de haber gastado US$100 millones en las últimas dos décadas con el mismo fin.

¿Cuántas bombas cayeron?

En promedio, ocho bombas por minuto fueron lanzadas durante la guerra de Vietnam sobre Laos entre 1964 y 1973. Esta suma supera a la de las usadas durante toda la II Guerra Mundial.

Las aeronaves estadounidenses realizaron 580.344 misiones de bombardeo sobre Laos, lanzando unos 260 millones de bombas, con numerosos objetivos al sur y al norte del país que fueron atacados una y otra vez.

La mayor parte eran bombas racimo anti-persona, de las cuales se estima que un 30% no detonó.

Diez de las 18 provincias del país han sido descritas como “severamente contaminadas” por la artillería que no explotó.

Civiles en peligro 

Las bombas de racimo son una de las armas más criticadas porque representan una grave amenaza para la población civil, tanto por su impacto al momento de explotar como por el legado mortal que dejan.

Al ser lanzadas, estas bombas son una suerte de contenedores que se abren y esparcen explosivos en una zona amplia de terreno.

Muchas veces no explotan al caer en el suelo, donde quedan como si fueran minas, con la posibilidad de matar o mutilar a quien las toque.

Además son difíciles de ubicar y de remover, por lo que implican un peligro duradero dondequiera que caigan.

 

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EL NACIONAL

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