Marisol Arcano solía asistir a los mítines de respaldo a Hugo Chávez, con la esperanza de que el régimen izquierdista significaría un futuro mejor. Pero ahora, con la economía venezolana al borde del abismo, esta madre soltera de 60 años y su hija de 14 no pueden desayunar porque no tienen dinero para comer tres veces al día.

Así que tomaron una decisión. Venderían todas sus pertenencias para poder sobrevivir, parte de una “fiebre de vender cosas” que ha comenzado a imponerse en el país, afectado por disturbios y una escasez de alimentos, mientras comienza a tomar impulso un revocatorio al gobernante Nicolás Maduro.

“Nuestra situación es horrible”, dijo Arcano, de pie junto a una tienda de campaña roja frente a su casa en un suburbio de Maracaibo, en el oeste de Venezuela. La mujer recibe del gobierno una pensión de 15,000 bolívares mensuales, aproximadamente $15 en el mercado negro, pero eso no le alcanza para cubrir siquiera lo básico. “¿Quién puede vivir con ese dinero? Ayer gané 30,000 bolívares vendiendo mis blusas y pantalones”.

Arcano es una de una cantidad cada vez mayor de venezolanos de clase media y baja que se han tragado su orgullo y han comenzado a vender sus pertenencias. Lo hacen por dos razones: para sobrevivir en un país abrumado por la inflación, o para ahorrar suficiente dinero para marcharse a otra parte.

“Esa aceleración de la inflación ha dejado a muchas familias sin oportunidad de satisfacer sus necesidades básicas. El precio de los alimentos aumentó 315 por ciento en el 2015”, explicó Gustavo Machado, profesor de Economía en la Universidad del Zulia, en Maracaibo.

En momentos que se agotan los ingresos por concepto del petróleo, el país no tiene suficiente efectivo para importar alimentos y bienes básicos. Los precios y el control de las divisas impulsan, a su vez, el acaparamiento y la inflación, que el Fondo Monetario Internacional pronostica que llegue a 500 por ciento este año.

Eso precisamente es lo que ha llevado a Arcano y a su hija, junto con otros dos familiares, a colocar de lunes a viernes tres toldos frente a su modesta casa para vender ropa y zapatos usados, objetos viejos, maquillaje, muebles, aparatos electrónicos y joyas. También están vendiendo una casa de madera para perros. Algunas veces invierten parte de lo que ganan en comprar más ropa y revenderla, para mantener abierto el negocio.

También mantienen los precios bajos para atraer a nuevos clientes. Una camiseta vieja puede venderse en el equivalente a un dólar, mientras que los centros comerciales cobrarían cinco veces esa cifra por una nueva. Los pagos por lo general son en efectivo, o transferencia electrónica en el caso de artículos de mayor precio.

Ganar dinero revendiendo cosas significa que puede evitar lo que entre los venezolanos se ha dado en llamar “la dieta del presidente Nicolás Maduro”.

“En mi tienda callejera he atendido a gente de clase alta e incluso a políticos”, dijo. “La necesidad tiene cara de perro, como decimos aquí, cuando una situación no tiene salida”.

EL NUEVO HERALD

Comentarios de Facebook

1 COMENTARIO

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here