Conferencia en Caracas el 18 octubre 2015

Para mí, es motivo de satisfacción y orgullo participar en este evento invitada por la Asociación Israelita de Venezuela y el Museo Sefardí de Caracas a los actos programados con motivo de los 151 años de la Comunidad Judía de Melilla, titulado MELILLA Y VENEZUELA UNA ANTIGUA AMISTAD, enmarcada en el programa LUCES Y SOMBRAS DE LA INMIGRACION EN VENEZUELA, de la Embajada de España en Venezuela en este maravilloso auditorio Elias Benaim Pilo donde voy a dar a conocer a todos Vds la historia de los judíos de Melilla. Una historia que forma parte indisoluble de la ciudad de Melilla y de todos aquellos que la disfrutaron y que por diferentes razones hubieron de abandonarla.

La información que les voy a presentar procede de un proyecto llamado SEFAMEL, de la cual soy coordinadora, dentro de la asociación socio-cultural melillense Mem Guimel. Llevamos ya varios años trabajando para rescatar y difundir el legado y huella judeo-sefardi de Melilla que mostramos a través de una visita guiada por la ciudad denominada La Ruta Sefardí, en la cual, tanto Mordejay Guahnich, presidente de Mem Guímel, como yo misma, realizamos las funciones de guía diferentes domingos del año.

Tengo que decir que la organización de esta jornada demuestra la vitalidad y pujanza de tres instituciones, la Asociación Israelita de Venezuela, el Museo Sefardí de Caracas y el Consulado de España en Venezuela que, unidas con tesón común, difunden el legado histórico sefardí en este país y ponen en valor su patrimonio y cultura.

museo sefardí (2)

Les doy la enhorabuena por esta activa labor a estas instituciones que hoy me acogen y que tuvieron la iniciativa de dedicar este día de reflexión y análisis a la visibilización de la activa contribución de la comunidad judía y su participación sustancial en el desarrollo venezolano, pues la historia de este país no se puede entender sin un reconocimiento a la aportación de su comunidad judía.

Por todo ello, esta charla nos permitirá comprobar cómo el legado sefardí, parte de la cultura española, fue trasvasado desde el norte de África, lugar elegido para asentarse aquellos judíos expulsados de la península por los Reyes Católicos a la ciudad de Melilla, volviendo la cara a Sefarad y de esta a Venezuela, dejando una huella indeleble allí por donde pasó y que sigue presente.

Hay que decir que los expulsados judíos del siglo XIV y XV mantuvieron una notable identidad como grupo en su diáspora, y la ejercieron en ese espacio donde se asentaron, intentando solventar las carencias, en unas ocasiones formándose de forma autodidacta y en otras, de forma académica, sobre todo tras la instalación en 1862 de la primera escuela de la Alianza Israelita Universal en Tetuán. Con nueva formación, los judíos tuvieron otras perspectivas y aspiraciones para su futuro, abriéndose nuevos horizontes en los que probar fortuna, lo que produjo una emigración a distintos lugares, en especial a Gibraltar, Ceuta, Melilla y a países del Nuevo Mundo, con preferencia Argentina, Brasil y Venezuela.

PUBLICIDAD SALAMA

En las dos últimas décadas del siglo XIX comenzó a llegar a Venezuela una inmigración judía proveniente del norte de Marruecos, especialmente, de Tetuán, pero hubo algunos que relacionados íntimamente, con estos tetuaníes, deciden emigrar en busca de nuevos horizontes, eran judíos provenientes de la ciudad de Melilla.

¿Quiénes eran estos judíos melillenses que emigran hacia el otro lado del Atlantico? Para dar una respuesta a esta pregunta tenemos que echar la vista atrás y descubrir su devenir histórico.

Cuando los Reyes Católicos Fernando e Isabel firmaron el Decreto de Expulsión de los judíos en la Sala Capitular de la Alhambra de Granada, el 31 de marzo de 1492, pusieron fin a mil años de vida judía en España. Los expulsados o Megorashim se dispersaron por el entonces mundo conocido; una parte atravesó el estrecho, desde Cadiz o Gibraltar, otros pasaron por Cazaza asentandose principalmente en las ciudades costeras del norte de África como Tetuán, Tánger, Larache o Arcila y otros en el interior en diferentes kabilas del Rif uniéndose, tanto a núcleos de sefardies exiliados en el siglo anterior, a aquellos que en 1391 huyen de Sevilla fundando la ciudad de Debdou, como a aquellas comunidades judías que se habían asentado en esta zona en el siglo I, los llamados toshabin, que habían judaizado a la población bereber durante siglos y que se vieron reforzados con la llegada de estos sefardíes, fundiéndose poco a poco, aunque no sin ciertas dificultades y roces

yamin benarroch.

Esta unión, de diferentes costumbres y tradiciones, es el origen de las comunidades judías de Melilla, Ceuta y Gibraltar.

Los judíos sefardíes vivieron durante varios siglos en el norte de África en condiciones no siempre favorables, perseguidos con frecuencia y siendo en muchas ocasiones el blanco de los musulmanes. Es, en la llamada Guerra de Marruecos, cuando las tropas españolas entran en Tetuán siendo recibidas por cientos de personas, que hablaban en un castellano muy antiguo pero que se podía entender. Eran judíos sefardíes que habían conservado el idioma español, el ladino transformándolo en haketia, al introducir vocablos árabes. Eran “españoles”, sin mezcla o casi sin mezcla de elementos extranjeros. conservando el idioma y modo de vivir españoles siendo en su mayoría originarios de Castilla. Así lo atestiguan por ejemplo sus ketubbot donde, aparte de especificar los bienes que aportaban los cónyuges, aparece la frase “esta ketuba está hecha según la costumbre de lo Rabinos del reino de Castilla”, demostrando documentalmente sus orígenes.

Al entrar las tropas victoriosas de O’Donnell, el 6 de febrero de 1860, la judería acababa de ser víctima de un horroroso saqueo con muchos muertos, razón por la cual se esperaba a los españoles como libertadores, cosa que realmente fueron. El reencuentro de unos y otros y su mutuo descubrimiento fue la primera apertura hacia la reconciliación. Los 27 meses que duró la ocupación de la ciudad fueron para ellos una era de paz y de libertad; al sentimiento de la comunidad, cuando se marcharon las últimas tropas en 2 de mayo de 1862, se unió su temor a las represalias que podían sufrir por parte de los marroquíes, como pago de su “colaboración” con el enemigo, por lo que muchos deciden seguir a las tropas españolas movidos por el miedo a las represalias.

Algunas familias se refugiaron en España, siguiendo al ejército y se exiliaron en las ciudades de Cádiz, Málaga, Sevilla y Ceuta. Anteriormente numerosos tetuaníes habían huido a Gibraltar; allí vivían ya un millar de judíos, la mayoría procedentes de Marruecos, particularmente de Tetuán. Por otra parte, ya había empezado la salida en dirección a Oran y su provincia.

edificio Melul

La verdad es que, por esas fechas, lo que atraía a los tetuaníes era, principalmente, América del Sur (Brasil, Venezuela, Perú, Argentina…). A partir de 1880, la corriente migratoria se intensifica, llegando a ser vertiginosa, y Oran pierde la primacía. Con excepción de Brasil, las antiguas colonias españolas se tuvieron como su principal destino. América asaltaba los sueños de cuantos querían buscarse un porvenir decente.

Estos emigrantes volvían a su tierra, Tetuán sobre todo, —algunos ya enriquecidos— para casarse, escogiendo su pareja con preferencia entre las chicas “leídas” que por entonces acudían a las escuelas de Alianza Israelita Universal donde estaba presente el estudio del español, que era indispensable para emigrar en las mejores condiciones al Nuevo Mundo.

Desde Gibraltar se acercan a Melilla. Así la Sol Salama a través de su testamento nuncupativo redactado en su lecho de muerte en 1895, nos cuenta como ella y su marido, salen de Tetuán con lo puesto, pues los marroquíes en el asalto a la judería les dejaron sin nada. Esta llegada y asentamiento en 1864 a Melilla es el nacimiento de la Comunidad judía Sefardí melillense.

Partiendo de la premisa de que Sefardí es aquel judío descendiente de los expulsados en 1492 por los Reyes Católicos, que en su mayoría fueron a parar a el norte de África, y donde además de su religión, guardaron muchas costumbres traídas de los reinos españoles y particularmente conservaron, en algunas comunidades, el uso de la lengua española, pero con estructuras y características del castellano bajomedieval, podemos decir que en Melilla aparecen desde temprano, unos hebreos que se ajustaban a este perfil.

En Melilla parece que existía, ya anteriormente a la llegada de estos expulsados o megorashim, una importante colonia judía, debido a que como todos sabemos la antigua Rusadir, nombre por el que era conocida Melilla, fue un importante enclave comercial. Estos judíos llegaron a Marruecos tras la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén por el Imperio Romano en el año 70 d. C. bajo las órdenes de Tito, asentándose parte de ellos en la región de la Mauritania antigua, que se correspondería con el territorio septentrional del actual Marruecos.

Parece ser que entraron los expulsados en contacto con estos judíos, integrándose en su comunidad no sin ciertas dificultades; hacia 1497, los moradores de Melilla, cansados de las guerras entre los reyes de Tremecén y Fez por disputarse su posesión, la abandonan, la arrasan y se marchan a vivir a las kábilas de los alrededores, como Beni-Sidel, Beni-Bugafar o Tlata de donde retornarían cuatro siglos después, hacia finales de 1883. Estos habitantes hebreos de los alrededores de la ciudad habían asumido la liturgia y costumbres sefardíes debido a esa fusión con los expulsados, aunque cuando retornan a Melilla ya no dominaban ese antiguo castellano, idioma habían perdido con el paso de los siglos, hablando el cherja (dialecto rifeño) aunque conservando en su lenguaje familiar trazas de haketia (jaketía). Hay que apuntar que además de ser sefardíes aquellos descendientes directos de los expulsados, son también sefardíes aquellos que siguen el mismo tipo de liturgia, la prosodia de los rezos en lengua hebrea (fonología) y otras costumbres coincidentes, y estos de las kabilas cercanas pertenecían al fusionarse, al grupo de los sefardíes.

El primer episodio vinculado a Melilla con judíos sefardíes lo encontramos en el Archivo General de Simancas, donde diferentes cartas nos informan de su presencia en fecha temprana. El 12 de julio de 1550, siendo Alcaide de Melilla D. Juan de Perea, apareció en las inmediaciones un contingente de hombres a cuya cabeza iba el que fuera Emir de Debdú, Mulay Amar, que había sido destronado por el rey de Fez, pidiendo protección en esta Plaza cristiana junto con su ejército, vasallos y séquito. A la guarnición les causa extrañeza el lenguaje utilizado para comunicarse con ellos “a la manera de sus abuelos”, manera de hablar de los judíos sefardíes, que empleaban un castellano propio de hacía un siglo.       Entre el séquito iba un número elevado de sefardíes que se desplazaban con el Emir, puesto que allí existía una comunidad sefardí importante desde 1391. El Alcaide les recibe y permite alojarse dentro de la zona dominada por la Plaza, prolongando el Emir todo lo que pudo su estancia. Y viendo a sus gentes protegidas por las armas castellanas, pidió incluso, a las altas instancias del Imperio, la gracia de ser trasladados tanto él, como su ejército y corte, a tierras europeas para ponerse al servicio del Emperador.

Dicha petición fue desestimada obteniendo por respuesta, un silencio administrativo que desesperaba al Alcaide Perea, ya que comprobaba como sus provisiones desaparecían, pues este contingente, que contaba con tres centenares de personas, vaciaba sus exiguos almacenes. Sería en febrero de 1551 cuando llega una carta con la noticia de la derrota del rey de Fez a manos de turcos y del rey de Argel, pidiendo al Emir Mulay Amar que se uniera a ellos, saliendo de la plaza con su ejército, pero dejando bajo la protección castellana a ciento ochenta personas que formaban su sequito, para recuperar sus dominios. Una vez asegurado su poder, regresa a la Plaza y es cuando se entera del fallecimiento de su mujer Lal-la Milala durante una epidemia castellana (fallece de modorra, una parálisis que hizo en esos años estragos).       En agradecimiento a la protección ofrecida regala a los príncipes regentes, “seis caballos, seis negros, cuatro halcones y una bestia montés”, no parando ahí sus presentes, regalando una vaca a cada soldado de a caballo y un carnero a cada uno de infantería, lo cual debió ser muy celebrado entre la guarnición.

Documento de embarque hermanos Bensusan Gibraltar 1883

Abandonó la ciudad agradeciendo la acogida brindada a sus gentes y por las exequias dedicadas a su esposa fallecida, pidiendo al Alcaide que construyese un panteón sobre la tumba de esta. Se ignora si esto fue realizado por Don Juan de Perea y el emplazamiento de la misma y De Lal-la Milala y seguimos ignorando si era musulmana o judía y como no, buscando la tumba.

Entre los siglos XVI al XIX sí que sabemos de la existencia un alto porcentaje de sefardíes instalados en las costas marroquíes, que trabajan tanto en el Mediterráneo como para el interior del Magreb, teniendo durante estos siglos numerosos contactos con Melilla con la que intercambiaban informaciones y productos, aunque les era negada la estancia permanente por la legislación española que prohibía la residencia de extranjeros en los presidios norteafricanos.

En la guerra de hispano-marroqui de 1859-60, como hemos visto anteriormente, es cuando España ocupa Tetuán y se vuelve a escuchar ese castellano tan antiguo convertido en haketia. Se gestó además por esa misma época en España un fuerte interés por los sefardíes, a los que se veía como una suerte de hijos pródigos que ahora volvían a encontrarse con su antigua patria, buscando en ellos un aliado con vistas a un eventual asentamiento permanente en la zona; siendo, en esas fechas, cuando aparecen de nuevo sefardíes en la Plaza española de Melilla.

Y será en 1864 cuando en virtud la Real Orden de 17 de febrero se les permitiera residir en la ciudad de forma permanente tanto a musulmanes como a judíos marroquíes, pero solamente con el oficio de comerciantes debido a que anteriormente, en 1863 el puerto de Melilla, junto al de Ceuta y Chafarinas habían sido declarados Puertos francos.

Entran a residir en Melilla la Vieja o La Ciudadela, dentro de los cuatro recintos fortificados, que era el lugar donde hbitaba la guarnición con sus familias y los confinados, ya que Melilla no deja de ser un presidio hasta 1906. Los primeros sefardíes que llegan provienen de Tetuán, más tarde vendrán de Oran, Gibraltar, Casablanca, y de kabilas cercanas.

En 1864 entran a formar parte de la ciudadanía los hermanos de origen tetuaní, Menajem y Aarón Ovadía, que alquilan una casa situada en la calle del Horno. Meses después encontramos documentada la llegada de otro sefardí, Mesot Ovadía, que ocupará otra en la calle San Miguel, aunque nada nos puede demostrar que no hubiera hebreos que ya residieran allí de forma temporal, sujetos a las idas y venidas de las rutas caravaneras que hacían escala en esta ciudad, siendo el germen de la futura Comunidad Israelita de Melilla, que tras cuatro siglos de la expulsión, obtienen la nacionalidad española.

El numero de sefardíes, aunque lento va aumentando y solicitan primero la nacionalidad inscribiéndose en el Libro de Ciudadanía y ante la necesidad de acreditar su personalidad jurídica y física para sus transacciones comerciales recurren, además de un documento denominado “Ad Perpetuan Memoria” que les permitía obtener un documento notarial español de carácter personal que acreditaba su persona. En él aparecía su procedencia, quienes eran sus padres y abuelos, profesión, estado civil, dirección y desde cuando estaba asentado en la ciudad..

Con mi investigación sobre esta documentación, en diferentes archivos de la ciudad de Melilla, puedo asegurar que la fecha de llegada y residencia estable de sefardíes data de 1864 y que se nacionalizan solamente los varones, aunque se inscriben en el padrón con sus mujeres e hijos y que no será hasta 1900 cuando encontramos documentación de Ad Perpetuan Memoria donde incluyen a sus mujeres.

El primer rabino que llega a la ciudad desde Tetuán es Don Halfón Hachuel Cohen, en 1865, yerno de Josef Salama y que dirige la primera Sinagoga instalada en Melilla en la calle San Miguel, el mismo año de su llegada o un año después. Esto nos da una idea, por lo menos, de los varones que podían residir de forma permanente en Melilla, ya que se necesita al menos diez varones mayores de 13 años para que formen el minyan e iniciar la liturgia y los rezos en la sinagoga.

Cuando se ubica una comunidad judía en cualquier lugar, instalan colegio, sinagoga y cementerio. En Melilla instalan el primer cementerio sefardí hacia 1869/1870 junto al cristiano, aunque separado por una tapia y con entradas independientes, abriéndose seguramente la primera escuela judía en la sinagoga de la Calle San Miguel, la Tefilá Salama, donde ejerció de rabino Hafon Hachuel. Además en tres años, en 1868, había ya otras dos Sinagogas, la Melul y Benchimol distando entre ellas no más de cien metros.

Consultado el registro civil, en su sección de defunciones, podemos comprobar que el primer enterramiento oficial se inaugura en 1872, y fue el D. Mimón Levy Benaim Z.L., el 21 de noviembre de 1883. Siendo un tanto extraño que en esos años, desde su instalación en 1864 no se enterrase ningún hebreo, creemos por lo tano que se realizarían, pero sin llegar a inscribirse. A su vez , para atestiguar que es el primer cementerio sefardí en tierra española, contamos con las memorias de David Melul, una semblanza, donde David Melul Biznieto de José Melul Rofé, afirma que este David Melul, implantó la Jebrá Kadishá (entidad que se ocupa de los enterramientos judíos), en 1868, cuando adquiere la nacionalidad española, trabajando en ella hasta su fallecimiento en Melilla en 1909, dedicándose a recoger en zona marroquí y con ayudas de amigos pagados, a los judíos que habían sido asesinados para enterrarlos en el Cementerio judío de Melilla, en el de San Carlos.

El último inscrito fue el 6 de Diciembre de 1893, Merian Benarroch Teoclen Z.L., de 24 meses. Existe en el registro civil un listado con solo 74 enterramientos, a pesar que el terreno tiene superficie para albergar unos100. Este hecho pone en duda que se hiciera uso del nuevo cementerio sin estar este completo, es decir que habrá ciertamente 100. Y otro dato que nos lleva a esta hipótesis es que, la única tumba que hoy se mantiene con lápida, no aparece inscrita en el registro civil, se trata de la niña de 54 meses, Sol Benmejara que falleció el 1 de agosto de 1891. Hoy se pueden contar tan sólo una treintena de tumbas, algunas de ellas ocultas por las construcciones.

Otras de las curiosidades históricas es que fue comprado por la denominada Colonia Hebrea en 1902, adquiriendo la propiedad mediante Orden Real de 5 de junio en el que su Majestad el Rey Alfonso XII cede a la Junta de Arbitrios, a través del Comandante General este solar para que a su vez lo hiciera a la Colonia Hebrea, representada D. Salomón Melul Rofé y D. Ezer Benarroch Chocrón.

El canon que se abonó fue de 1.080 pts. Pero se pusieron algunas condiciones, entre ellas que no se podía llevar a cabo más enterramientos, ni se movimientos de tierra y se debía de cerrar por cuestiones de higiene y salud. Este cementerio es un patrimonio que tenemos todos los melillenses, no solamente los hebreos de la ciudad; a pesar de su importancia religiosa, la histórica debe hacer que se conserve y restaure para formar parte del Patrimonio Histórico siendo un Bien de Interés Cultural.

En 1874 ya había empadronados, documentalmente, veinticinco sefardíes, la mayoría tetuaníes que residían sin sus respectivas familias, lo que no quiere decir que no habitasen muchos más, ya que realizaban constantemente viajes de negocios, tanto a sus ciudades de origen como al interior Debdú o Tafilat, residiendo temporalmente en la ciudad. En 1884 encontramos ya censados ciento cincuenta y siete, sumándose a estos los que tenían su residencia temporal siendo, tanto el empuje comercial con el puerto franco de Melilla, como la seguridad que les ofrecía la Plaza, las claves que nos explican su asentamiento definitivo en la misma. En 1893 encontramos censados 572 judíos, de los cuales la mitad eran mujeres y niños y en 1918 más de 6.000.

Los hombres de negocios sefardíes poseían esas habilidades comerciales que les convertían en unos excelentes socios para los negocios, añadiéndose a esto sus redes de contactos dentro y fuera del país, gracias a sus vínculos con las otras comunidades judías. Sus contactos con los hebreos instalados en otros países hacían de ellos unos excelentes intermediarios entre las casas comerciales europeas y su propia sociedad, encontrando en Melilla sefardíes representantes de diferentes casas comerciales extranjeras y Gibraltar. Este entendimiento con los europeos era facilitado además por el dominio del castellano por parte de la población sefardí.

Conforme sus vínculos con el exterior se fueron volviendo más intensos, estos sefardíes de Tanger, Tetuan o Casablanca… fueron tomando una mayor conciencia de que en otras sociedades existían mayores oportunidades de prosperar, tanto por su mayor dinamismo económico, como por la ausencia de discriminaciones jurídicas por lo que algunos deciden emigrar, encoentrando tanto en sudamerica como el el mismo Jerusalén sefardíes que habían pasado por Melilla.

El primer negocio del que tenemos constancia documental lo poseía David Benoliel junto a Jacomi Traverso en 1865, que habían creado una Compañía dedicada a la venta de géneros al por mayor y menor.

El primer barrio que podríamos llamar hebreo se instaló en el Mantelete hacia 1883 con la llegada de un contingente de judíos procedentes de las kabilas próximas como Benibugadar, Benisidel o Tlata que se unirían allí a aquellos hebreos que residieron en la ciudadela y que habían trasladado sus negocios al lado del puerto, que era su medio de vida. Algunos se dedicaron al comercio y otro a explotación de las tierras, que eran cedidas por la Junta de Arbitrios, previa aprobación de las Autoridades Militares d la Plaza.

Hacia 1890 se empieza a poblar otro barrio denominado El Poligono Excepcional que el 1896 será un autentico barrio hebreo con más del 60% de población hebrea y donde se concentran numerosos comercios, llegando a albergar más de 3000 judíos en sus cinco calles habilitando nueve sinagogas, de las cuales una sigue abierta al culto.

Encima de este barrio se encuentra, lo que en Melilla conocemos por el Barrio Hebreo. Dicho barrio se creó en 1905, tras la entrada un año antes de unos cuatrocientos hebreos procedentes de Tazza que huían de los disturbios del Rogui Bu Hamara que se hacía pasar por un príncipe hermano del Sultán y que sublevó a varias kabilas, sembrando el terror sobre todo entre los hebreos que huyen para refugiarse en Melilla tras varios días de andar por los caminos, llegando a la ciudad prácticamente con lo puesto. Muchos de los que huían quedan por el camino siendo rescatados mediante pagos por familias hebreas adineradas de Melilla aunque otros aparecen esclavizados en la zona.

Primeramente se instalan con sus correligionarios en el Polígono y después obligados por las autoridades, ante la miseria que existía entre ellos, a ubicarse en esta zona que pasó a denominarse y ser hoy día conocida como Barrio Hebreo. Construyen allí sus casas a modo de aduares marroquíes, es decir una vivienda con patio central y habitaciones alrededor donde vivian tanto la familia como los animales. Ahí es donde el sefardí Yamin Benarroch hizo edificar una calle entera para estos necesitados con un alquiler muy bajo con derecho a compra, que al final pasó a estos sin haber abonado prácticamente nada. También instaló una sinagoga y una escuela.

Toda esta planificación urbana era responsabilidad exclusiva de los ingenieros militares, puesto que el control de la ciudad lo ostentaba la Administración Militar siendo sus prescripciones y ordenanzas las que determinaron las medidas de los solares, la amplitud de las calles, el asentamiento en barrios, así como las limitadas alturas de los edificios que ayudaron a que los sefardíes instalaran sus Tefilot en las primeras plantas de estas nuevas construcciones, teniendo siempre que acudir a la autoridad militar para pedir el solar deseado. Una de las características muy importantes para instalar una sinagoga es que no posea azotea o que pudiera ser clausurada, con lo que los nuevos edificios eran erigidos en dos plantas, una abajo, con local comercial y primera planta para la vivienda con opción de instalar una tefilá. Estas construcciones fueron un modelo estandarizado hasta 1909.

En la zona noble de Melilla, se encuentra el Triangulo de Oro o Pequeña Sion que es como era conocida debido al alto número de hebreos que recibieron concesiones de solares e instalan sus Tefilot y que nos sirve de ejemplo para comprobar la gran inversión de capital hebreo en el desarrollo urbanístico de la ciudad. Su lenguaje estilístico, modernista, es representativo del cosmopolitismo al que también aspiraba y en el que participó activamente, este sector burgués sefardí.

En esta zona se elevaron diferentes edificios modernistas que son el orgullo de Melilla como el Edificio Melul que es portada de numerosas publicaciones y trípticos. En este Triangulo de Oro instalan estos sefardíes nuevos comercios más modernos, acordes con la zona, destacando los de la familia Benarroch, Melul o Salama. A su vez en esta zona es donde quedan a fecha de hoy abiertas al culto diferentes Tefilot y donde podemos encontrarnos a diario a hebreos camino de sus rezos. En esta zona siguen residiendo algunos de ellos permaneciendo algunos de sus negocios

Aquí se encuentra la más bella sinagoga de la ciudad, Or Zaruah, en el pasaje David Melul, mandada edificar por Don Yamin Benarroch para honrar a su padre Aquiba, ambos hebreos tetuanís, que fue construida en 1925 según planos del Don Enrique Nieto, artífice de gran parte del modernismo melillense y donde se pueden apreciar bellísimas lámparas en recuerdo de sus seres queridos ya fallecidos y que conserva un ajuar confeccionado y trasladado por sefardíes, sobre todo de Tetuán.

Llegó un momento en que en Melilla convivieron 19 sinagogas. En de cada una de estas Tefilot nos encontramos con un patrimonio mueble, de ajuar religioso que ha ido pasando desde esas primeras sinagogas inauguradas hacia 1865, a estas otras que siguen abiertas al culto. El ajuar consiste en bancos, sillas, biblioas, kipás, asi como la Torá, el Sefer Torá y las lámparas, generalmente de plata además de alfombras y menorahs.

A su vez dentro de este patrimonio inmueble sefardí Melilla cuenta con el edificio del Talmut Tora, inaugurado hacia mediados de 1926 y que es el primer colegio abierto para judíos en España tras la expulsión, siendo financiado en gran parte por Don Yamin Benarroch y que en la actualidad es el liceo Privado israelita Don David Melul. Durante la Guerra Civil y hasta 1949 estuvo en manos de Falange.

Cuenta la ciudad además con el monumento a un sefardí ilustre Don Yamin Benarroch, un tetuaní que viene a Melilla con su padre y tio y que fue un gran filántropo, ayudando a crecer tanto a la comunidad hebrea como a Melilla como a las demás, mediando en muchos y diferentes asuntos, sufriendo mucho durante la Guerra Civil abandonando la ciudad en 1937 para volver a Tetuán y luego trasladarse a Madrid.

La huella sefardí en la ciudad está presente tanto en diferente documentación custodiada en los diferentes archivos así como en elementos artísticos y ornamentales que están en manos de familias sefardíes afincadas tanto en Melilla como fuera, y que han logrado sobrevivir : muebles de uso diario, joyas u ornatos propios dentro las viviendas; habiendo desaparecido por desgracia mucho mobiliario por desecharlo por otro más moderno. Y si hablamos de joyas, muchas de ellas, traídas de Tetuán y herencia sefardí, fueron a parar a esas donaciones obligadas que durante la Guerra Civil se sucedieron para diferentes eventos así como para el encaje del Banco España.

Otra huella sefardí dentro de Melilla está presente en las ceremonias nupciales, destacando por un lado la propia vestimenta de la novia y por otro el contrato matrimonial. Hay usos concretos que variaban de unas comunidades sefarditas a otras y en Melilla se utiliza el traje de berberisca en la denominada velada de novia o despedida de soltera que las sefardíes de Marruecos realizaban unos cuantos días antes de la boda, en la cual la futura novia vestía el este suntuoso traje de bodas tradicional reuniendo en su casa a amigas y parientes femeninas en una fiesta de mujeres en la que se entonan cantos tradicionales y se comían alimentos (sobre todo, dulces) propios de la ocasión; aunque las costumbres han variado mucho, todavía en Melilla se celebra esta velada de novia.

Otro elemento importante en la ceremonia nupcial esta en el mismo documento matrimonial donde un rabino da lectura al contrato matrimonial llamado ketubá que es el documento que certifica la unión, y que la pareja ha de conservar. En él se especifican las obligaciones de los contrayentes y la dote de la novia, que hoy es simbólica, pero que hasta las primeras décadas del siglo XX era real, al menos entre los judíos más tradicionales y que en Melilla se han conservado muchos por estas familias sefardíes. Está redactado en caracteres hebraicos sobre pergamino orlado de figuras bíblicas, tratándose de un contrato a la usanza castellana, tradición observada por los descendientes de aquellos hebreos expulsados de Castilla.

Toda esta huella sefardí, junto con la importancia misma de su presencia física, que fue de hecho el inicio de esa multiculturalidad y convivencia de que hace gala en la ciudad, haciendo patente que Melilla posee un patrimonio sefardí muy importante y sobre todo inigualable, que tenemos la obligación de preservar y que tiene su importancia tanto para los hebreos de Melilla como para la misma ciudad y por extensión de España.

A la vez que el patrimonio tangible y visible encontramos la huella sefardí en el patrimonio inmaterial que se mantiene en las costumbres, liturgia y gastronomía. Este patrimonio aparece retratado de forma personalizada en las grandes personalidades que ha dado esta comunidad entre los que podemos citar a los Rabinos Cohen o Anconina, el humanitario y filántropo Don Yamin Benarroch, la catedratica Doña Perla Wahnon Benarroch, que estudio su carrera de Física y Química en Jerusalén, Doña Alicia Benarroch Benarroch, licenciada en ciencias Químicas que trabaja actualmente en el campus de la Universidad de Granada en Melilla, Don Alberto Levy, medico y actual coordinador de la unidad de trasplantes en Melilla o Don Mordejay Guahnich Bitan, presidente de Mem Guímel y primer judío en entrar en la Academia General Militar de Suboficiales y que trabajó hasta su jubilación, como Brigada, en el insigne cuerpo de Regulares. Estos son solo un mínimo ejemplo de las personalidades que se han forjado en la ciudad de Melilla y que han sabido contribuir al desarrollo y engrandecimiento de la misma, como españoles y sefardíes.

Partiendo de toda esta huella sefardí se ha instalado en la ciudad un Museo Sefardí, de los pocos existentes en España, que recoge la representación de una parte de ese patrimonio con explicaciónes de lo que es en esencia la religión judía, con su liturgia y fiestas.

Otra huella sefardí de Melilla la podemos encontrar en diferentes comunidades judías diseminadas por el mundo, porque el judío de Melilla siempre tuvo multitud de inquietudes y deseando mejorar sus posibilidades en la vida, emigró a diferentes lugares como Venezuela.

La inmigración, básicamente, la llevaban a cabo los varones y solteros, desde una edad adolescente hasta los treinta o algunos años más. En algunos casos volvían para casarse con una muchacha judía a la que llevaban a América además de llevarse a jóvenes parientes a trabajar con ellos.

Tras la Guerra de África, 1859-60 el lugar preferido de los tetuaníes para emigrar al Nuevo Mundo fue Brasil, cosa que fue cambiando dos décadas después, puesto que en 1880 se producen también otras preferencias; aquellos que emigran desde el Marruecos español prefieren hacerlo hacia Hispanoamerica, pues la lengua les será familiar, siendo los destinos preferidos Argentina, Venezuela, Perú y Panamá.

Cuando 1821 el Gobierno de Venezuela declara definitivamente abolido el Santo Oficio, alli van aparar algunos judíos sobre todo a la ciudad de Coro donde se instaló la primera comunidad judia de Venezuela. Tambien procedentes de las ciudades españolas de Ceuta y Melilladeciden emigrar a este pañis, llegando entre otros Don Elías M. Chocrón, nacido en Melilla en el seno de una familia judía sefardí y que a los veinte años “hizo las Américas” y, partió hacia Venezuela en 1921. Aquí comenzó a trabajar con su tío paterno Rubén Chocrón, quien poseía un establecimiento comercial en Maracay. También encontramos a Abraham Sultan o Aquiba Benarroch, fallecidos en los últimos años y que nos han dejado pinceladas de su vida en una memoria y diferentes escritos testimoniales. Existen en este país, médicos, banqueros, intelectuales, artistas, industriales o deportistas descendientes de esos judeo-marroquíes que con su trabajo han sabido engrandecer este país y dejar una huella indeleble de su paso. Antes de salir de Melilla , esos emigrantes, dejaron parte de patrimonio y cultura en esta ciudad, siendo en la actualidad el Patrimonio Arquitectónico de Melilla, al que deseamos incluir este patrimonio sefardí, una de sus principales señas de identidad y un valor de futuro de la población que se preocupa por su mantenimiento y conservación dentro de una perspectiva de desarrollo que permitirá la utilización del Patrimonio como valor de futuro.

En muchos medios se habla de cuatro Melillas por su modelo intercultural, pero realmente lo que existe es una sola ciudad con cuatro tipos de habitantes melillenses integrados unos con otros en perfecta armonía. Sólo en Melilla es posible caminar rodeado de gentes tan diversas, unos con rasgos indios o hebreos, otros con las vestimentas típicas bereberes o con chilabas árabes. La esencia de lo cotidiano se entrelaza entre la singularidad y el sentimiento de respeto por las diferencias, compartiendo una mirada cosmopolita a un mundo que cada vez con más fuerza consolida la riqueza multiétnica y multicultural como el verdadero pilar de la integración social y democrática.

María Elena Fernández Díaz

Licenciada en Geografía e Historia / Doctorado UNED-Madrid

NOTA DE PRENSA

Comentarios de Facebook

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here