Kheiron es un cómico y monologuista francés con fe ciega en el humor. “Cuando haces reír a alguien le desarmas, se crea un vínculo que provoca que esa persona te escuche más”. A la hora de dirigir su primer largometraje, Kheiron tuvo claro dos cosas. Una: hablaría de lo que bien conoce, la historia de cómo sus padres sufrieron lo indecible hasta que pudieron huir del fanatismo que asfixiaba a Irán y emigrar a Francia. Dos: lo haría en tono de comedia. El resultado es ‘O lo tres o ninguno’, ópera prima más que plausible que él mismo protagoniza poniéndose en la piel de su progenitor. En sus años mozos, el padre de Kheiron era un culto y aplicado estudiante de Derecho. Su compromiso político con la libertad y la democracia le convirtió en un preso torturado a manos del régimen del sha Mohammad Reza. Cuando salió de la cárcel, por fin, respiró. Pero nunca imaginó que una nueva amenaza asfixiaría a Irán, Jomeini y el fundamentalismo religioso. El padre de Kehiron estaba en la lista de los más buscados, se jugaba la vida. Aun así se casó. Cuando tuvieron su primer (y único) hijo la cosa empeoró. Lo tuvieron claro. Se tenía que ir del país y emigrar clandestinamente a Francia. ¿Él solo? No. O se iban los tres o no se iban ninguno. El drama acababa de comenzar. Pero la película, que en España se estrena el 23 de marzo, da la vuelta a la amargura y consigue arrancar sonrisas. Muchas. UNOS TIPOS DIVERTIDOS “Mis padres, a pesar de lo que han pasado, son unos tipos muy divertidos. Cuando les anuncié que quería trasladar a la gran pantalla su historia no me creyeron. Y pensaron que era otro de mis proyectos de artista. Después, cuando les confirmé dije que teníamos ocho millones de euros para hacerla no se lo podían creer. Ellos han sido parte fundamental. Sin ellos no la podía haber escrito”, narra Kheiron, un torbellino de amabilidad y buen humor que visitó Madrid la semana pasada. Sus ojos se emocionan cuando se le pregunta si está orgulloso de sus padres. Ahí, solo ahí, el cineasta debutante se queda sin palabras y, finalmente, consigue decir que ni siquiera la película -que aspiró al César (los Goya del cine francés) a la mejor ópera prima- es suficiente para homenajear a los dos seres que le dieron, y le salvaron, la vida. Los padres del joven realizador no han vuelto a Irán. De ahí se marcharon, jugándose el pescuezo, en una odisea que hoy nos recuerda a la de tantos y tantos refugiados sirios. A lo largo del insufrible éxodo por montañas nevadas, la madre de Kheiron, enfermera de profesión, llegó a dar valium al bebé. “Si me despertaba en plena noche y lloraba, los perros que patrullaban la frontera con los guardias iraní seguro que nos hubieran encontrado y nos hubieran matado. Dar valium a un bebé es algo peligroso, pero mejor eso que no morir”, afirma. Acto seguido, echa mano del sentido de su envidiable sentido del humor y añade: “Seguro que tengo alguna secuela”. PREPARADO PARA LA VIDA Una vez en Francia, la pareja y el niño las pasaron canuta. Él era abogado y ella, enfermera. Pero pasaron muchos años hasta que consiguieron hacer una vida normal y decente económicamente. “Me ahorraron los detalles más crueles, pero nunca me ocultaron nada de Irán. Ni cuando era pequeño. Cuando yo, por ejemplo, les preguntaba por familiares, ellos me contestaban que habían muerto. De esa manera creo que me prepararon muy bien para la vida. Hay que ser fuerte”, subraya. Todo el guión de ‘O los tres o ninguno’ está basado en hechos reales, incluida la tortura que sufrió el cabeza de familia en la cárcel en la época del sha. Uno de los días de grabación, tras estar dos horas y media en manos de una maquilladora que llenó su cara de sangre y moratones, Kheiron buscó por todo el plató a su padre. Al final, le encontró y le riñó por haber tardado tanto. “Llevo dos horas y media en maquillaje”, le reprochó. “¿Dos horas y media? Vaya, mis torturadores tardaron tres minutos en ponerme la cara como la tienes tú ahora”, fue la genial respuesta.

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