Los modelos de Rick Owens desfilando sexo al aire “para suscribir la igualdad entre hombres y mujeres”, el desfile del 2000 de Dior de “inspiración clochard (vagabundo)”, la misoginia de Coco Chanel o la minifalda son algunos de los escándalos de la moda que alimentan el documental Scandales de la mode, de Loïc Prigent, a estrenarse por el canal cultural franco alemán ARTE.
El autor es ante todo periodista. Y, desde hace más de tres lustros, detector de los pequeños detalles que se ocultan detrás de las pasarelas o en los archivos. Crítico de moda en Vogue o Madame Figaro, con humor e insolencia, Prigent hizo lo propio entre los bastidores de la moda. Y atravesó cócteles y cenas para volver con la indiscreción que cambiaba todo.
También es verdad que coincidió con la revolución de las modelos provocada por la agencia Elite. Y con una sociedad montada como él dice “en el trípode del dinero, la cocaína y la apariencia”.
“La moda se vale de los escándalos para avanzar, cultiva el oportunismo, adula a las divas y es más capitalista que un banquero. Y sus dirigentes –afirma el periodista– comprendieron que había que forzar los límites de lo políticamente correcto, de las buenas costumbres de la época, para hacer evolucionar los códigos, comentar la actualidad, vender o simplemente divertir”.
En el filme, Coco Chanel afirma que “las mujeres son burras: en todo el mundo no hay más de tres mujeres importantes”; Naomi Campbell, condenada a trabajos de interés general, los cumple enfundada en un vestido de noche Dolce & Gabbana y manifestantes contra los abrigos de pieles son estrellados contra el pavimento por el servicio de seguridad del desfile.
Una Francia en vísperas de Mayo del 68 legaliza el uso del bikini, luego el del monokini, no sin reacciones airadas. Como las que suscita la decisión de Benetton de confiar su imagen al fotógrafo Oliviero Toscani. En el filme vemos esa foto de un padre junto al hijo que muere de sida, portada de Life y luego icono de la marca.
Curioso: si el filme desnuda a John Galliano y muestra desde sus insultos antisemitas en una terraza del Marais hasta sus apariciones estrafalarias en pasarelas y cócteles, ignora en cambio aquella portada con las aspiraciones –de cocaína– de Kate Moss, que dio la vuelta al mundo y la exilió por un tiempo de las pasarelas. Prigent alega exceso de material.
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