Trepados en trenes de carga o caminando por rutas boscosas y serpenteantes, en la tiniebla nocturna, decenas de migrantes indocumentados siguen ingresando diariamente por la frontera sur de México, pese al endurecimiento de la vigilancia pactada bajo presión del gobierno de Estados Unidos.
Si bien con los esfuerzos mexicanos (redoblados mes y medio atrás bajo amenaza de sanciones comerciales de Washington) ha amainado la escalada migratoria, el tránsito de indocumentados continúa con más riesgos para ellos, siguiendo rutas más peligrosas hacia Estados Unidos y pagando más dinero a traficantes de personas.
José Contreras, hondureño de 31 años, salió de San Pedro Sula hace ocho días, y pagó 26 dólares para que lo trasladen por un tramo de los 33 km que separan El Naranjo, en Guatemala, del cruce con México.
Una vez allí, la tarifa subió hasta 42 dólares por 62 km hasta Tenosique, localidad mexicana donde pasa el tren conocido como “La Bestia”, al que trepó pasada la medianoche con unos 50 hondureños más hasta llegar a Palenque, destino popular entre turistas por sus vestigios arqueológicos.
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