Lejos de Cuba, los documentos de identidad venezolanos en realidad fueron diseñados en Alemania: la intermediación de La Habana solo ha dejado una estela de transferencias y comisiones que transitaron al menos cuatro países. Furtivo durante años, hubo un personaje clave en esta operación. Pero su secreto no quedó guardado bajo siete llaves y está a punto de revelarse en este reportaje.

Aferrado a su patrimonio, al banquero peruano Francisco Pardo lo recuerdan en Lima por haberse atrincherado –con colchón y todo– en su despacho del desaparecido Banco Mercantil de ese país. “No se negocia con la estatización”, declaró en 1987 contra el decreto que había promulgado el presidente Alan García para nacionalizar la banca. ¿Quién diría que el mismo que hace 30 años quebraba lanzas y tendía colchones en Perú por la propiedad privada, ahora está detrás de un entramado de empresas que permitieron a la Cuba de Fidel Castro proveer los pasaportes de la Venezuela de Hugo Chávez?

Francisco Javier Pardo Mesones, o “Pancho”, como también lo llaman, presidió en los años 80 la Asociación de Bancos de Perú y en la década siguiente estuvo en el Congreso de la República primero como parlamentario del partido del ex secretario de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, y luego al otro lado del hemiciclo, en las filas de Alberto Fujimori.

Bisnieto del primer presidente civil de ese país, su nombre figura entre los miembros honorarios de una élite que desde hace 160 años se reúne en el legendario Club Nacional del centro de Lima.

Durante 15 años Pancho Pardo estuvo alejado de las estridencias de la vida pública, pero, como aquella vez que se atrincheró en su oficina para que no lo expropiaran, ha vuelto a la primera plana. Los documentos guardados –y ahora filtrados– en el bufete de Panamá Mossack Fonseca lo señalan como el verdadero beneficiario de Billingsley Global Corp y otras de las empresas offshore, que sirvieron de vehículo para que La Habana revendiera a Caracas la tecnología de los pasaportes bolivarianos.

Las láminas de policarbonato de los documentos de identidad en realidad salieron de Alemania, de la empresa Bundesdrukerei. “La razón fundamental del por qué esta compañía no quiere venderle directamente a Cuba y Venezuela, es justo por el tema reputacional. Temen que la competencia haga propaganda adversa por el tema de ventas a gobiernos totalitarios”.

Eso advirtió en una correspondencia interna de hace más de ocho años –el 26 de noviembre de 2007– el abogado Ramsés Owens, para entonces uno de los más altos ejecutivos del bufete. “Menos mal que para nosotros en Panamá no hay nada que nos inhiba”, remataba en el mismo correo.

La ruta del pasaporte

El gobierno de Chávez comenzó a renovar su sistema de identificación a finales de 2005. Con ese propósito designaron al entonces ministro de Interior y Justicia, Jesse Chacón, para buscar a algunos de los gigantes de la tecnología que fabricaran primero los nuevos pasaportes y luego las llamadas cédulas electrónicas que vienen anunciando desde entonces. Las empresas de Estados Unidos quedaron descartadas de entrada y los chinos prefirieron pasar de largo frente a la intermediación cubana. Fue así como Pardo Mesones terminó arreglando en Caracas una triangulación de transferencias y contratos a través de paraísos fiscales.

Lea el reportaje completo de JOSEPH POLISZUK y LUISA GARCÍA TELLEZ en
PANAMÁ PAPERS VENEZUELA

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