El partido comunista seguirá siendo el único permitido en Cuba, la propiedad estatal no se privatizará y las nuevas regulaciones impedirán la concentración de riqueza y la proliferación de nuevos ricos, en los que supuestamente confía EE UU para destruir la revolución. Los autónomos que sueñan con abrir una cadena de restaurantes o peluquerías no lo tendrán fácil, a tenor del discurso de Raúl Castro en el séptimo Congreso del Partido Comunista.
JUAN JESÚS AZNAREZ / EL PAÍS
“No somos ingenuos, ni ignoramos la influencia de poderosas fuerzas externas que apuestan a lo que llaman el empoderamiento de las fuerzas no estatales de gestión con el fin de generar agentes de cambio para acabar con la revolución”, dijo Raúl Castro ante los 1.000 delegados del cónclave, que examina las reformas socioeconómicas emprendidas hace cinco años.
Sin renunciar a los beneficios de la normalización con Washington, el primer secretario del partido instó a la reafirmación revolucionaria porque, en su opinión, la oposición de Barack Obama a las sanciones contra Cuba no es sino “un cambio de método” para forzar el cambio político en la isla y su regreso al capitalismo. La militancia comunista equivale oficialmente al 21% de la población laboral, que ronda los 4.970.000 trabajadores. “Si lograran fragmentarnos sería el comienzo del fin de la revolución, el socialismo y la independencia”, alertó Castro.
No parece que se vayan a abrir espacios significativos a la participación política de los no militantes: “No tenemos ningún miedo a las discrepancias, pues solo las discusiones francas y honestas entre revolucionarios nos conducirán a las soluciones”.
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