Cerca de 6,6 millones de personas solicitaron la semana pasada subsidios de desempleo en Estados Unidos debido a la crisis derivada de la pandemia, pero los trabajadores sexuales no son elegibles para los paquetes de alivio económico aprobados por el gobierno. Aunque algunos han cumplido con la cuarentena, ahora están pensando en tomar el riesgo de contagiarse
Desde hace un mes Bruno ha dejado de atender clientes para no exponerse al coronavirus. Pero, al ver caer sus ingresos, este trabajador sexual se replantea la situación.
«Ser prostituto fue siempre una opción en tiempos de crisis… hasta ahora«, dijo a la AFP con humor el hombre de 33 años, que pidió cambiar su nombre para proteger su intimidad.
Bruno comenzó en este negocio hace unos dos años en Los Ángeles, precisamente porque no conseguía un trabajo estable que pagara bien.
Su negocio, estima, cayó 80% con la crisis, y con los pocos clientes que aún lo llaman tiene temor de contagiarse de covid-19, que ha matado en Estados Unidos a más de 15.000 personas.
«Me impresiona que aún sabiendo cómo es el virus hay gente que se puede arriesgar», expresó Bruno, que ya considera su trabajo en general «bastante riesgoso» por las enfermedades de transmisión sexual.
Cerca de 6,6 millones de personas solicitaron solo la semana pasada subsidios de desempleo en Estados Unidos debido a la crisis derivada de la pandemia.
Pero Bruno, como el resto del millón de trabajadores sexuales que se calcula tiene ese país, no puede acceder a los paquetes de alivio económico aprobados por el gobierno.
Para aplicar a préstamos destinados a pequeñas empresas afectadas por la crisis, el gobierno exige que la persona no esté relacionada con negocios «de naturaleza sexual lasciva».
«La falta de voluntad de nuestro gobierno de reconocer el trabajo sexual como un empleo no criminal empuja rápidamente a trabajadores sexuales a un estado de desesperación financiera«, escribió Molly Simmons, trabajadora sexual en Nueva York, en una columna publicada en el sitio Huffington Post.
La situación, continuó, presiona a muchos trabajadores a «aceptar clientes con los que saben que no están seguros y a arriesgarse a sufrir una agresión o una violación porque necesitan alimentar a sus hijos o pagar la electricidad».
La abrumadora mayoría incluso no tiene cómo pagar un seguro de salud.