Una fundación británica creada en 1933 para socorrer a los académicos amenazados por los nazis ayuda ahora a los profesores universitarios e investigadores sirios e iraquíes a huir para preservar su saber, indispensable para la reconstrucción de sus países.

“Actualmente, apoyamos a unos 140 profesores universitarios y a sus familias, lo que representa entre 300 y 340 personas”, informó a AFP Stephen Wordsworth, director del Consejo para los Académicos en Peligro (Council for At-Risk Academics, cara1933.org), la única fundación de este tipo en Europa.

Para echar una mano a estos profesores de enseñanza superior, CARA está en contacto con más de 100 universidades en Reino Unido, Francia, Alemania, Australia y Canadá. Todos deben haber trabajado como profesor o investigador en sus países. Los establecimientos se comprometen a acoger gratuitamente a estos académicos, mientras que la fundación se hace cargo del alojamiento y de los gastos de la estancia.

Hace todavía unos meses, Nadia Faydh, una iraquí de 37 años, titular de una tesis sobre poesía anglosajona, era profesora de literatura británica y estadounidense en la
Universidad de Mustanserya, en Bagdad. Esta joven, tocada con velo de colores, describe, con pudor, la intimidación de las milicias chiíes en la universidad, las presiones por sus enseñanzas y por su rechazo a subir las notas de algunos alumnos. Y “las acusaciones de ateísmo”, que en Irak “significan que se merece la muerte”.

“No quería poner en peligro a mi familia. Todo sucedió muy rápido. Contacté con CARA en febrero y en abril conseguí gracias a ellos este puesto” de investigadora asociada en el departamento de literatura del prestigioso King’s College de Londres, explicó a la AFP.

Es consciente de su situación privilegiada, pero espera poder volver un día a Irak, donde casi 450 profesores universitarios han perdido la vida desde 2003 por “enseñar sobre los poetas británicos y estadounidenses”.

Una esperanza compartida por casi todos los académicos ayudados por Cara, asegura Stephen Wordsworth, que precisa que el 90% de los iraquíes respaldados por la fundación en el momento de la guerra en 2003 regresaron luego a su país.

– “El futuro del mundo” –

En los locales de la fundación, en el recinto de la Southbank University de Londres, cinco empleados, ayudados por becarios, están atareados.

Uno de ellos, Alastair Lomas, intenta ayudar a “un sirio, titular de una tesis por la Universidad francesa de Poitiers, que tiene miedo a ser obligado a hacer el servicio militar”, del que los académicos estaban exentos hasta hace poco. La Universidad de Poitiers no puede ayudar, pero quizá haya una solución en Beirut, comenta, optimista.

CARA, con un presupuesto anual de 700.000 libras (950.000 euros), recibe actualmente “entre tres y cinco solicitudes por semana”, de las cuales “las tres cuartas partes provienen de sirios”, añade. Unas demandas difíciles de satisfacer debido a que los fondos de la fundación ya han sido destinados. Lejos de abandonarlos a su suerte, la fundación solicita a sus universidades asociadas más ayuda, pidiendo por ejemplo que suministren la vivienda.

Con la cobertura mediática de la crisis migratoria y la decapitación en agosto de Jaled
Al Asad, guardián de los tesoros de Palmira y uno de los académicos sirios con más reputación en el mundo, los donativos han aumentado. “Estamos en contacto con un centenar de otros académicos para los que buscamos soluciones”, añade el director de CARA. “Sin ellos, será difícil reconstruir estos países, sin la capacidad de formar abogados, médicos, arquitectos”, apunta.

No obstante, hay más en juego. “Entre los 2.000 académicos salvados de los nazis en los años 30, -los predecesores de las personas que socorremos hoy-, 16 ganaron más tarde un premio Nobel”, recuerda Stephen Wordsworth. “Trabajamos por el futuro de los países afectados, pero también, de alguna manera, por el del mundo”.

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