El quién, el cuándo y el dónde han centrado la atención durante semanas. Los Rolling Stones actuarían en la Ciudad Deportiva de La Habana el 25 de marzo ante una audiencia estimada de medio millón de espectadores.

Son los datos que han replicado educadamente las agencias desde que el 29 de febrero se confirmó la noticia. También el cómo: sería un macroconcierto gratuito. Pero esta vez la dimensión de ese cómo va mucho más allá del repertorio interpretado (de ‘Jumpin’ Jack Flash’ a ‘Brown sugar’, pasando por ‘It’s only rock’n’roll’, ‘Paint it black’, ‘Sympathy for the devil’…) y hasta debería llevarnos a indagar en el verdadero porqué del concierto cubano.

Ante tan excepcional acontecimiento, la pregunta no es si sonó ‘(I can’t get no) Satisfaction’ o no; que sí, faltaría más. Ante la visita de los Rolling Stones a Cuba la pregunta esencial es: ¿quién ha pagado todo esto?

El rock del ingeniero (fiscal)

El Gobierno cubano no está para costear un caché astronómico como el de los Stones y, aunque estuviera en disposición de hacerlo, cuesta creer que quisiera. Vamos, que Cuba no funciona como el Deutsche Bank, capaz de aflojar cuatro millones de euros como hizo en 2007 para que la banda de Jagger y Richards actuase para seiscientos de sus clientes más selectos en el Museu Nacional d’Art de Catalunya. Los Rolling Stones no salen de casa si no hay mucho, muchísimo dinero de por medio. Y el coste estimado para el concierto de La Habana ronda los siete millones de dólares. Así que…

Según la revista ‘Billboard’, ni los Stones ni AEG, la empresa que lleva sus giras, obtendrán beneficios del concierto habanero. Sin embargo, la misma fuente habla de un montaje para el que ha habido que desplazar 61 ‘containers’, un Boeing 747 y 350 personas. Los promotores se llenan la boca anunciando el concierto como un “abrazo histórico entre el pueblo cubano y la comunidad internacional musical”, pero lo cierto es que los Stones lo traen absolutamente todo. Cuba pone el público y los aplausos.

Tras este monumental despliegue está la Fundashon Bon Intenshon. No, no es un chiste de Sacha Baron Cohen, sino una fundación benéfica que lo mismo patrocina un equipo de fútbol para niños desfavorecidos que costea un orfanato o monta un festival de jazz con Sting, Rubén Blades, Chic, Stevie Wonder, Juan Luis Guerra, Alicia Keys y quien haga falta. Radicada en la isla de Curazao, parte de las antiguas Antillas Holandesas, la FBI (esas son sus siglas) es un proyecto filantrópico de Gregory Elias cuyas obras benéficas se desarrollan principalmente en la propia isla.

United Trust, transparencia y megayates

Elias es, a su vez, el presidente de United Trust, una de las asesorías financieras líderes de este paraíso fiscal caribeño. United Trust se presenta en el mundo de las altas y laberínticas finanzas mediante esta declaración: “Nos sentimos orgullosos de nuestra capacidad para cumplir las leyes que regulan algunas de las situaciones financieras más desafiantes en todo el mundo”. Y acto seguido aclaran: “De hecho, las personas de United han ayudado a dar forma a las leyes que regulan el sector de servicios financieros”. Es una forma sutil de sugerir a sus clientes que ellos saben cómo ajustarse a la legalidad, puesto que han contribuido a diseñarla. La empresa antillana hace bandera insistentemente de la transparencia, pero lo que no desvela en la web es el nombre de sus clientes.

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EL CONFIDENCIAL

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