Para ser justos, el presidente Trump no es un antisemita, por lo menos en el sentido estricto del término. Pero uno tendría que vivir en otro planeta –o ver exclusivamente Fox News– para no darse cuenta de que sus palabras y acciones han llevado a la peor explosión de incidentes antisemitas en la memoria reciente de Estados Unidos.

No es coincidencia que haya habido 68 amenazas de bomba en 53 centros comunitarios judíos en 27 estados de EEUU desde enero, según la Asociación de Centros Comunitarios Judíos (JCC). O que cerca de 200 lápidas fueron vandalizadas en un cementerio judío en Missouri pocos días atrás.

Trump creó este monstruo. Aunque probablemente Trump no tenga nada en contra del pueblo judío –el presidente les recuerda constantemente a sus críticos que su hija Ivanka se convirtió al judaísmo y se casó con un judío ortodoxo– ha desatado las fuerzas oscuras del racismo, la xenofobia y la intolerancia entre sus seguidores desde el primer día de su campaña presidencial.

Y como figura pública, no se puede ser antimexicano, ni antimusulmán, ni burlarse de los discapacitados, ni decir que se puede agarrar a las mujeres por sus genitales, sin enviar un mensaje tácito de que está bien burlarse de las minorías, e involuntariamente alentar los crímenes de odio.

Como lo dijo el congresista Mark Sanford, “Trump ha avivado la llama de la intolerancia”. Y una vez que uno hace eso, es difícil apagar el fuego.

Recordemos, Trump abrió su campaña presidencial el 16 de junio de 2015 capturando la atención del mundo con su afirmación de que la mayoría de los inmigrantes indocumentados mexicanos son criminales y violadores.

Y a partir de ese momento, su velado discurso de odio racial y su retórica xenófoba han subido de tono. Trump cuestionó las credenciales del juez Gonzalo Curiel, nacido en Estados Unidos, porque “es mexicano”. Y se rió del ex precandidato republicano Jeb Bush porque “habla mexicano”.

Hizo comentarios racistas contra los musulmanes, como cuando le dijo a CNN el 9 de marzo de 2016 que “el Islam nos odia”, sin distinguir entre los seguidores de esa religión y los terroristas fundamentalistas islámicos. Y los grupos supremacistas blancos y neonazis lo han apoyado abiertamente , obligándolo a desautorizar –tardíamente– a algunos de ellos.

Trump fue durante varios años el principal propagandista de la afirmación falsa de que el ex presidente Barack Obama no nació en Estados Unidos, lo que fue visto por muchos como un intento racista para deslegitimar al primer presidente negro de Estados Unidos.

Lea más el artículo completo en
EL NUEVO HERALD

Comentarios de Facebook

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here