Samper ha terminado poniendo la guinda de la torta ante el beneplácito de tirios y troyanos. El Universal nos trae la noticia de la aceptación encontrada entre anfitriones e invitados al diálogo por una propuesta suya de crear una comisión “de garantías electorales”. Quisiera entender a Samper, cuya alineación junto al régimen es sobradamente conocida: ¿Nicolás Maduro cierra la puerta de la solución electoral a la crisis despachándose de una zampada la voluntad del 85% de los venezolanos que apuestan por una salida electoral a la crisis ordenándole, en comandita con su TSJ, al Consejo Nacional Electoral liquidar el revocatorio – el magno suceso electoral, causa y consecuencia de la crisis que ahora mismo nos asfixia – para que Ernesto Samper proponga una comisión “de garantías electorales”? ¿De qué elecciones y de qué garantías estamos hablando después de la trastada histórica al RR si bastaría reestablecer la potestad constitucional y la imparcialidad del CNE para que dichas garantías tuvieran pleno efecto? ¿O es que hemos necesitado la intervención de quien es considerado en su país un “narco presidente” para recibir la confirmación de que el CNE no garantiza imparcialidad electoral alguna y de que para garantizar los procesos electorales en la Venezuela dictatorial necesitamos de un narco presidente y una Comisión de Garantías Electorales? Obvio: en esa comisión garantizadora no estarán ni Leopoldo López ni Antonio Ledezma, que están presos, ni María Corina Machado, por estar marginada. Ni un solo líder de Voluntad Popular y los partidos unitarios. Estarán los imaginarios presidenciables de siempre, todos del llamado G3: de Henri Falcón a Manuel Rosales, Henrique Capriles y Henry Ramos.
Ya no es “la semántica del absurdo”: son Becket, Ionesco y Arrabal escenificando una versión de política ficción del teatro del absurdo. Lo que no impide que esa broma de muy mal gusto satisfaga a la MUD, ya de facto Mesa de solo 3 patas, y encuentre el aplauso de la prensa internacional, por ejemplo de La Tercera de Santiago de Chile, por la cual me entero de la boutade, que considera que “el diálogo avanza”. Carl Schmitt, la corona jurídica del Tercer Reich, solía burlarse de la democracia liberal que al enfrentar uno de los clásicos impases políticos de los enemigos de siempre resolvía aparentemente el conflicto formando comisiones. Es “el comisionismo”, junto al “dialoguismo” uno de los derivados del parlamentarismo ancestral de la política europea, de los que se sirven sus enemigos para trancar el juego cuando se ven con el agua al cuello. De parte de los liberales, sacarle la nalga a la jeringa del antibiótico resolviendo la enfermedad con una agüita de boldo. Como lo intentó hasta el cansancio el primer ministro inglés Neville Chamberlain. Ya lo sabemos: ambos vicios no impidieron las dos más espantosas conflagraciones planetarias de la historia de la humanidad.
Son taras políticas occidentales. Obsérvese que ni Sadam Hussein ni Muammad Gadaffi ni ninguno de los sátrapas de la Unión Soviética o los tiranos árabes convocaron comisiones, mesas de diálogos o mediaciones papales para salvar su pellejo ante la embestida de sus desesperados pueblos en armas. Al parecer la estirpe Samper-Zapatero fue exterminada de por esos lados. Perdieron el pellejo enfrentados a los vengadores por la calle del medio. Una calle que no existe del lado occidental del planeta. Cosa de la que los Castro son perfectamente conscientes. Saben que en América Latina, llegada la hora del juicio final, ni habrá ni juicio ni condena a muerte. En nuestro hemisferio y por causa de una blandenguería muy republicana los tiranos mueren en sus lechos, con un amasijo de dólares debajo del colchón, salvo honorables excepciones, como las de Chapita Trujillo y Somoza, enjuiciados, condenados y despachados al margen de la justicia formal. Por mano popular. Por eso, dirán los tiranuelos, a matar se ha dicho. Es más: llegado el momento de la verdad los brasileños no convocaron ni a mesas de diálogos ni formaron comisiones: sacaron a la Rousseff amparados en sus derechos constitucionales que en Venezuela, desde sus tiempos fundacionales, son papel mojado. Las constituciones, en nuestro desventurado país bolivariano, sirven para todo. Hasta para limpiarse el trasero con ellas, como se lo han limpiado Chávez y todos sus acólitos, que en el colmo del descaro, la mendacidad y la estafa, arguyen que ella es así, papel confort. Acusando a quienes quisieran ampararse en ella de estar violándola.
Tenemos una mueblería de mesas. Y una colección de comisiones. Y a pesar de que la mesa de diálogo por causa del 11 de abril terminó en agua de borrajas y la por la misma circunstancia establecida comisión de la verdad, en ilusión óptica, el ciego, sordo y hablachento liderazgo opositor sigue carpintereando mesas y promoviendo diálogos. Bien dice el refrán: el que nace barrigón, ni que lo fajen chiquito.

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