Un juicio tan pervertido y amañado como los que signaron “la justicia del horror” nacionalsocialista durante los aterradores años del Tercer Reich y su TSJ, el Volksgerichtshof, decidió, como Hitler y sus sicarios decidían de la suerte de millones de judíos y opositores escogidos como víctimas mortales de sus infamias y delirios, Stalin y Mao de los millones de sus víctimas asesinadas en sus campos de concentración y Castro dejara pudrir en sus mazmorras a quienes en su momento encabezara Huber Matos en ese via crucis carcelario tan propio del marxismo leninismo, que Leopoldo López Mendoza debía ser crucificado en vida en la prisión de Ramo Verde. Luego de las ridículas y circenses formalidades de rigor, testigos falsos y alegatos de una mendacidad inconcebible, los lacayos de Maduro y Cabello acordaron enterrarlo en una celda a propósito para someterlo a las más inmundas sevicias, como vaciarle baldes de excrementos a través de los barrotes, requisarle todos sus escasos bienes, impedirle descansar y humillar a su madre y a su esposa con las clásicas violaciones a la intimidad femenina propia de seres pervertidos y rufianes. Pretenden mantener el Poder durante tantos años más como para condenarlo a catorce años. Es la decisión, son los propósitos. Por los tiempos que corren, no se saldrán con las suyas.
Dios ciega a los que quiere perder, reza el refranero. Los ciegos de Miraflores deambulan por sus corredores vacíos mientras escarban hasta las últimas riquezas. Creyendo que esta vez tendrán la fortuna que no tuvo Pérez Jiménez. Que podrán gobernar otros cuarenta años, como lo han logrado los Castro en Cuba. Y que sus pescuezos realizarán el prodigio de retoñar tras recibir el justo castigo del filo de las espadas. Que caerán implacables tárdese el tiempo que sea necesario. En Argentina, tras años de años de los crímenes que cometieran los militares felones, se acaba de condenar a prisión perpetua a los ancianos que creían haber sobrevivido al espanto.
Un juicio desapasionado y un balance de la situación de las fuerzas enfrentadas no puede menos que concluir que al sátrapa el tiro le salió por la culata. Tras los 31 meses de cárcel, Leopoldo está más fuerte, su causa más extendida y sus objetivos democráticos más enraizados en la sociedad venezolana que cuando le fueran arrebatados sus derechos ciudadanos. Mientras, Maduro y su régimen se encuentran infinitamente más debilitados, su autoridad mermada y el rechazo mundial definitivamente acrecentado en relación al estado en que se encontraba cuando lo encerraran. Tras el asesinato de medio centenar de jóvenes que ofrendaran sus vidas en defensa de la causa de la libertad propiciada por Leopoldo López, ni el temor ni el miedo han hecho merma en la voluntad del rechazo nacional e internacional a la dictadura: el rechazo a Maduro y su régimen ha pasado al odio y las matanzas, en vez de debilitar, han fortalecido la voluntad contestataria de la ciudadanía venezolana.
Imposible negar que desde la cárcel, con su solo ejemplo y su sola presencia, Leopoldo ha continuado librando y ganando sus verdaderas batallas. Que jamás, exactamente como en el caso de Antonio Ledezma, Daniel Ceballos y las decenas de restantes presos políticos, se redujeron a la estricta defensa de sus propias causas, lo que en absoluto hubiera sido condenable, sino siempre en defensa de la única causa hoy en cuestión en Venezuela y que atañe a 30 millones de venezolanos: el ultraje a la Constitución y la sistemática y cruenta violación de los principios constitucionales y de la libertad ciudadana, así como de la defensa y la integridad de la patria humillada y escarnecida.
Basta leer esa extraordinaria requisitoria expresada en ocho cuartillas de detallada y minuciosa denuncia al régimen dictatorial y a su principal responsable, el dictador Nicolás Maduro, así como de reafirmación del respaldo incondicional del diplomático de mayor jerarquía en el concierto hemisférico –Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos– para comprender la razón de tan porfiada reafirmación de derecho: la causa de López, como la de Ledezma y Ceballos –los más emblemáticos y representativos de nuestros presos de conciencia– se confunden y son una sola y misma con la causa del aherrojado, expoliado y encarcelado pueblo venezolano. Su encarcelamiento es el encarcelamiento de una sociedad humillada y ofendida, devastada y destruida. Su defensa es la defensa de esa patria, de esa integridad nacional, de esas tradiciones libertarias. Y sólo un estúpido o un necio puede sostener sin traicionar la verdad de los hechos, que este régimen agónico se extenderá por otros 14 años.
Por ello, que nadie se asombre si al cabo de los meses los carceleros estén encarcelados y los encarcelados, en una prueba de inexorable y magnífica justicia, asuman la conducción de la república. Pues en ellos se cumple a plenitud la afirmación del filósofo español: “Yo soy yo y mi circunstancia. Y si no la salvo a ella, no me salvo yo”.
Esa es la causa de Leopoldo López, de Antonio Ledezma y de Daniel Ceballos, esa su circunstancia: la salvación de Venezuela.
A Antonieta Mendoza de López
“Coincido mucho más con ellos en las ideas que con estos falsos revolucionarios que con lenguaje izquierdista destruyen a su país después de saquearlo”
Felipe González