Seguramente cada uno de nosotros se preguntó el jueves 10 de abril, frente al televisor, qué haría con los diez minutos de diálogo en caso de participar en él. Esos diez minutos que Ramos Allup alargó para recordarle al poder que su proyecto no existe en la Constitución.
La larga lista de señalamientos, advertencias y cifras de los representantes del sector democrático fue contundente. Entre tantas verdades planteadas esa noche, rescato aquella de que “democracia y miedo no son compatibles”, que dejó caer Julio Borges. Quizás nos sirva esta aseveración como verdadero termómetro para saber, en un futuro próximo, cuándo nos estamos acercando a la democracia y cuándo no.
Lamentablemente hoy, hasta salir a pasear en El Ávila es un acto temerario. Allí se cometen los crímenes más horrendos, en el lugar más hermoso de la ciudad, como me comentó un adolorido familiar de las recientes víctimas asesinadas en el parque nacional.
Volviendo al hipotético turno personal, me decanto por un solo tema en esta limitada nota. Quizás mi intervención hubiese sido algo como lo siguiente: “Buenas noches a las autoridades internacionales invitadas, a los miembros de la mesa y a los televidentes.
Me siento en la necesidad de dejar claro frente al país que en este momento estamos cometiendo un detestable acto de corrupción; todos nosotros los aquí reunidos en esta mesa estamos en estos instantes haciéndonos participes de un acto violatorio de la ley. Igual que lo hizo el presidente Chávez diariamente y sin ningún rubor durante su mandato.
Desde hace casi un año también usted, Sr Maduro, ha continuado con esta práctica totalitaria que nos emparenta con países como Cuba y Corea del Norte, donde la libertad está cercenada por el antojo y el apetito de control sobre la ciudadanía del autócrata de turno.
Este diálogo-debate que estamos sosteniendo, no debe llevarse a cabo en el terreno de la imposición, encuadrando a la sociedad venezolana. A los representantes de los sectores democráticos aquí presentes les recuerdo, y estoy seguro de que lo aprueban, que no se puede combatir la corrupción con más corrupción. En este momento la red de emisoras de radio y televisión del país está obligada a trasmitir en cadena, cercenando la libertad de información que la Constitución exige respetar.
Los venezolanos no tienen que estar obligados a seguir este encuentro por televisión, sin tener más opciones. Sería suficiente con que el canal `supuestamente’ de todos los venezolanos lo trasmitiera y que los canales privados que quisieran unirse a la señal, por el interés del debate planteado, pudiesen hacerlo. Esta es la práctica usual en cualquier país democrático del mundo.
La audiencia televisiva de este encuentro quizás sería algo menor, pero sería el resultado de una decisión libre de los ciudadanos interesados en su devenir, y no el resultado de una imposición comunicacional, de una práctica hegemónica, que el régimen actual impone a diario y que muchos venezolanos están internalizando como algo natural. No queremos participar de su permanente violación a la libre elección informativa. Señor Nicolás Maduro, desactive la cadena”.
Carlos Oteyza