Un gobierno que emplea la fuerza para imponer su dominio, enseña a los oprimidos a usar la fuerza para defenderse. Nelson Mandela (1918-2013), preso político, líder anti apartheid, Presidente de Sudáfrica

Ni las alcabalas, las agresiones de colectivos y guardias en las carreteras, las amenazas de quema y muerte contra líneas de buses en los terminales del interior, las cadenas con filmaciones del 2002 para amedrentar o la amenaza del propio Ministro del Interior de usar armas y gases contra la marcha, detuvieron a más de un millón de venezolanos que dieron un mensaje clarísimo al gobierno de Maduro: “Queremos sacarte constitucionalmente con un referendo”. Punto. Esa multitud pacífica y esperanzada fue acompañada desde otras ciudades del país y del exterior por venezolanos que exigen su derecho a revocar. La dimensión y el mensaje de la gigantesca concentración fueron divulgados por la prensa mundial y por las superautopistas de la información. Medio planeta escuchó la magnitud del reclamo… menos el gobierno, que como dice la Conferencia Episcopal Venezolana, “sufre de otitis crónica”. Y también de una canalla ceguera, de acuerdo a su inhumana conducta hacia un pueblo que sufre.

En medio de la negación de la realidad (“allí no había ni 30.000 personas”), Maduro decide ir a Margarita a entregar “138 viviendas restauradas”, que en realidad solo fueron 11 techos y algunas casas pintadas, algo realmente minúsculo para mover al presidente y su comitiva, Casa Militar y demás comparsas que le acompañan. Hasta una cadena lanzaron, para ver al presidente besuqueando a diestra y siniestra y hablando pestes de los venezolanos que se oponen a su nefasto desgobierno. Luego decidió atravesar con su caravana la urbanización popular Villa Rosa, donde veía gente reunida, creía que aclamándolo.

¿Qué pasaba por la cabeza del presidente cuando, rompiendo el protocolo, decide bajarse del vehículo para enfrentar a personas que protestaban cacerola en mano? Según testigos, intentó convencerlos de que sí lo amaban (dicho por testigos presenciales) pero el efecto fue contrario, redoblándose el sonar de las cacerolas. Ya impaciente, comenzó a correr en medio de protestantes armados de cucharones y ollas que tocaban en la pata de la oreja al presidente su indignación, cuyos anillos de seguridad al menos lograron que no le dieran con un caldero por la testa. Según el librito, fallaron los tres anillos de seguridad, Casa Militar, guardia de honor y civiles adiestrados. Afortunadamente, el presidente salió bien librado, no así los habitantes de Villa Rosa, castigados por “desleales” al finado y a la revolución.

Este encuentro cercano con la realidad tal vez sea el primero que tiene Maduro cara a cara con venezolanos furiosos por la situación económica y política del país. El episodio demuestra al presidente: 1) que el pueblo ya no oculta su cara para protestar 2) que está luchando por su supervivencia y ante eso no hay Clap ni misión ni lealtad que valga 3) que es pacífico pues en esas circunstancias se demostró que no hay anillo de seguridad que lo proteja de un pueblo indignado.

Sin embargo, nuevamente, el gobierno reaccionó con represión. Detenidos, amenazados con quitarles la miserable bolsa que además pagan, los habitantes de Villa Rosa ya saben del talante dictatorial de quienes creen que compran a las personas con un pollo y un kilo de arroz.

La marcha en Caracas, precalificada por el gobierno como un golpe de estado, dejó una oleada de detenciones contra dirigentes de Voluntad Popular, acusados de conspiración, terrorismo, asociación para delinquir y hasta delitos ecológicos. Haciendo el ridículo mundial, el jefe del Sebin, organismo que no ha podido atrapar a las megabandas que asolan al país porque están dedicados a perseguir opositores, ahora anuncia que hay un nuevo plan de golpe de estado, esta vez para el mismo día de las marchas en el interior, el 7 de septiembre, qué casualidad. El “testigo estrella” de semejantes acusaciones es Giovanny Vázquez, el mismo que acuso al Cardenal Rosalio Castillo Lara de estar involucrado en un magnicidio contra Chávez. El general González López le cree más que a millones de venezolanos decentes que le dicen que no quieren golpe sino elecciones.

Afrontamos una situación tremendamente peligrosa, en manos de un jefe de estado emocionalmente conmocionado por el rechazo del 83% de los votantes, que piden sacarlo del gobierno cuanto antes por vía revocatoria. Este presidente en 3 años ha anunciado 21 planes de golpe de estado, por los cuales han apresado a inocentes, sin presentar una sola prueba que soporte sus acusaciones. Ha peleado con Colombia, con Brasil, con España, con Estados Unidos, con la OEA y las instancias de la ONU, acusado a presidentes y ex presidentes de encabezar complots en su contra. Al final lo único cierto es que en las cárceles venezolanas hay más de 90 presos políticos, gracias a una justicia y un gobierno reos de violación de derechos humanos.

Ya la situación no presenta dudas: un gobierno desquiciado y abusivo, que no se detiene en consideraciones constitucionales para aferrarse al poder, apoyado por una cúpula militar traidora al pueblo, un TSJ y un CNE defendiendo sus cabezas, raspando lo que queda del erario nacional, para afrontar con armas, cárceles y lo que sea necesario, a un pueblo que exige el derecho a sacarlos por el voto.

Los venezolanos están resteados. Ya no hay bienes, trabajos, patrimonios que cuidar, todo ha desaparecido bajo la bota depredadora de la revolución. Las familias separadas, la mortal inseguridad, el colapso de los servicios públicos, del transporte, de la salud, de la educación. Todas las razones asisten a los ciudadanos para librar esta batalla contra los usurpadores de la ley, los ladrones de los dineros públicos, los abusadores de las armas.
Si el régimen no comprende que Venezuela esta resteada con su libertad, cada día que pase ésta marabunta de indignados resonará más cerca de Miraflores. Están a tiempo aún para una salida pacífica. Tómenla.

Charitorojas2010@hotmail.com
@charitorojas

 

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