Quién no quiera palparlo que no lo haga. El espacio de respuesta fiscal y monetaria es corto o inexistente. La desestabilización de la familia venezolana es un hecho. El clima de negocios es casi nulo, como la productividad. No se puede garantizar con holgura la financiación de las políticas públicas. Y al venezolano se le obliga a experimentar una violenta dolarización por etapas, ante un bolívar que se pulveriza al tocarlo.

Y lo asombroso, es que la ciudadanía luce como sumergida en algún tipo de catatonia. De ese síndrome caracterizado por perturbaciones en la movilidad y la voluntad, propio de ciertas enfermedades psiquiátricas, en especial la esquizofrenia. Que sería la razón por la cual al parecer no termina de tomar total consciencia de lo que pasa.

Aunque existe un hecho concreto: para algunas audiencias han cambiado por completo las expectativas. Y ya no se conforman con promesas sino que están exigiendo respuestas. Como en el centro comercial de El Valle donde esta semana en una multitudinaria protesta popular una señora mayor, muy caliente, gritaba que el pueblo debía despertar.

Late la protesta contra el miedo.

Y acudimos a estas primarias para decidir las candidaturas a diputados de oposición, en las próximas elecciones legislativas, como una especie de última válvula de escape.

Y se espera aún que desde la dirigencia política con que contamos se produzca algún tipo de sacudida.

Que no ocurre.

Nadie toca los temas de fondo. Y hay que comenzar a tomar apuntes de lo que pasa. Se acabó la fiesta. El poder, como afirma Moisés Naim, no va a permanecer en las manos de quienes no sepan como usarlo para ofrecer soluciones.

Ha cambiado la sociedad. La política. Y si el Gobierno no puede dinamizar a corto plazo la economía, la gran tarea que nos está planteada es cómo combinar la revolución ciudadana con el relanzamiento del mercado y el sector privado venezolano sin ideología y con pragmatismo, so pena de que los costos sean aún más elevados. Junto a otro aspecto mandante: son nuestras clases medias las que lucen obligadas a impulsar el movimiento que construya nuevas agendas en torno a la inseguridad, la corrupción, la violencia, la calidad educativa y la tolerancia ante la segmentación y la pobreza.

Como afirma Toniy Negri: “Todo depende de la capacidad que tengan los nuevos trabajadores del conocimiento, que saben utilizar las nuevas tecnologías, para generar redes de solidaridad y comunicación que les permitan movilizarse”.

¿Se espera el estallido de espontaneidad de una protesta popular multitudinaria? La ruptura de la representatividad es profundísima. ¿Cómo se recupera el espacio común? La división de poderes estructuralmente se corrompió.

Se acentúan las ilusiones de cambio.

Chavistas como Vladimir Villegas, dicen que es tiempo de revisar la historia. Y que a veces la rectificación es la mejor manera de preservar un proyecto político. Y que la lógica económica no puede atarse al prejuicio ideológico. Que las respuestas concretas no terminan de llegar “con la sensación de que las cosas pueden ir para peor”, por lo que algunos demandan un cambio de piloto.

O de rumbo.

Al lado de otros venezolanos sensatos como Ramón Piñango, angustiado, molesto, apesadumbrado ante tanto dispendio, tanta destrucción de lo poco o mucho que habíamos logrado construir, quienes no ven articularse una respuesta política que profiera un clamor o una gran exigencia de muchos al unísono.

Una sólida integración para denunciar y exigir.

Prepararse para las dificultades que puede haber después de las elecciones para cerrar pactos, o no, para decidir si ante lo que viene se avanzará hacia un gobierno de coalición en búsqueda de estabilidad económica, social y política del país.

Estar dispuestos a colaborar, eso sí, con un equilibrio entre la responsabilidad y la necesidad de los cumplimientos de los posibles o no posibles pactos. A que, pase lo que pase, no continuar con esta especie de política sumergida. Tensa y acobardada. Gerencial. Desapasionada.

Administrativa.

Contribuir a emitir ese clamor, esa gran exigencia con una poderosa voz que suene y resuene en todas partes, frente a los poderosos del régimen.

Contribuir a evaluar cuáles son las consecuencias inmediatas de esta nueva situación. Admitir que esta inestabilidad política del Estado es más que aparente, real. Y que hay que evitar que vaya a ser necesariamente traumática. Se está exigiendo un nuevo orden político.

Se está exigiendo entrar sin ambages en la situación. Serenos. Templados. Pero con bríos. Hay que conformarse como un bloque ante cualquier situación de ruptura.

Ya es grave que el Gobierno se desentienda de la realidad concreta de la crisis y de su solución, pero que la oposición se desentienda y no se articule entre sí monolíticamente, para actuar, es más que irresponsable.

Se deslegitima la democracia representativa sin que se legitime la conducción nacional.

El shock es real.

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CRÁTERES

El papel de UNASUR lo ejerce Raúl Castro. Fue el presidente de Cuba quien habría parado el “revolcón” económico anunciado por Maduro, antes de ir a La Habana, para reunirse con él, y desdecirse. Es Raúl quien realmente está sentado en la mesa con Estados Unidos. ¿Hay una voluntad geopolítica para destrancar el juego?… Para establecer el “nuevo orden” (que no es el mejor ni el de quien tiene la razón, pero es el que se está armando). Porque de lo contrario, se piensa, “viene una crisis y un remezón militar (pro-chavista).

Shannon en Caracas. Se recuerda que cuando vino por primera vez les dijo a los dirigentes de la oposición que era “el momento, la era de la política y la diplomacia, para reestablecer las relaciones con Venezuela. Y que no se desesperaran. “No se pongan nerviosos”, dijo, por los acercamientos que apuntan a la designación del embajador. Hoy se dice que regresará para estar aquí una semana. Shannon estuvo aquí dos veces en la embajada, como primer secretario y luego como ministro consejero. Fue Subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos. Y, por supuesto, juega dentro de la nueva política de Obama. De manera que se piensa que quien maneja esto no es el gobierno de Maduro sino Raúl Castro, con Fidel fuera y gagá.

Nuestro Gobierno cubano. Desde algún ángulo se acrecienta con fuerza la convicción de que Venezuela hoy más que nunca luce, a los ojos de la región y del mundo, como otra provincia de Cuba: como un protectorado cubano. Y los malos recuerdos vuelven. El secretismo cubano sobre la enfermedad de Hugo Chávez, y la ya legendaria reunión de aquel domingo de enero de 2013 en La Habana, de los principales dirigentes chavistas con Raúl Castro, que tuvo las trazas de todo un consejo de ministros en territorio extranjero dirigido por un líder extranjero. Era la prueba, como sugirieron algunos corresponsales, de que la gerontocracia castrista dirigía la crisis venezolana. Y recordamos, que del cónclave salió el nombramiento de Elías Jaua como ministro de Relaciones Exteriores, quien junto con el vicepresidente Maduro y el presidente de la Asamblea, Cabello, formarían la troika encargada de garantizar bajo las orientaciones del son cubano, la estabilidad institucional del chavismo, sin un Chávez desaparecido en la oscuridad.

El 80% del voto para las parlamentarias es moderado. Se quiere un presidente de la Asamblea Nacional moderado, aunque serán inevitables las fricciones. Una AN que (si Maduro no suelta a los presos políticos el 31-D) apruebe una Ley de Amnistía, y si el TSJ dice no, se va al conflicto, con una Enmienda, con un Revocatorio o con un Referéndum Consultivo. Y de nuevo todo se colocaría en la discusión del mecanismo para sacar al Presidente. O, difícil: una Asamblea Constituyente que es un revolcón y que es el cambio más improbable e incierto.

El país se fue hacia el centro. Se estima que esto ocurrió durante el primer trimestre de 2014, cuando comenzó su búsqueda de alternativas. Ya que tú, amigo político, si no diferencias tu discurso, la gente no te distingue. El consenso (88-90%) se ha formado en torno a 1) El cambio de modelo, y 2) En contra de la destrucción de la empresa privada. Tal es la tamaña dimensión de la burbuja emocional nacional ante el fracaso del gobierno. Lo pautado sería predecir, calcular cuándo y dónde se producirá el punto de quiebre. Del Chávez vivo a hoy, el crujido del espinazo es evidente. La capacidad de Chávez le permitía anclar algunos conceptos. Y hasta trabajar uno que le podía durar incluso meses. Lo de Obama le duró a Maduro lo que dura aquello en un chinchorro. Rajoy le duró 4 días. Y luego, vuelta a darle palo a las empresas (o a la empresa, porque ahora la cogió con Polar), como un stand-by (espera activa) para a la vuelta darle palos a otro. Contra las empresas, ¿por qué? Porque las empresas funcionan. Porque son creativas, innovan, tienen normas. Por eso atacan a las empresas, a los medios, a la cultura.

Deliberadamente o no el Gobierno promovió estos niveles de violencia. Y la convivencia con las bandas armadas. El Estado entregó una parte del uso de la violencia a las bandas delictivas, igual que para su reacomodo de poder en el plano económico, a las otras bandas les entregó la administración de aspectos claves de la economía nacional. Y, ahora, ¿cómo lo recoges? O como dicen: “Son rehenes de su propia decisión”. Y “no es un problema de ideología, sino de espacios de poder”. En esta línea, el general García Plaza habría levantado un informe sobre las armas en Caracas, en el que aparecen hasta unos falsos colectivos narcotraficantes con poder de fuego ilimitado, con AK47 y lanzacohetes. Y que habiéndoselo presentado a Padrino López este le habría dicho que tenía las manos atadas.

La oposición se mueve con mitos. Primero dijeron: “Esto dura hasta que dure Chávez”. Falso. Después: “Esto dura hasta que el precio del petróleo esté en 100 dólares el barril”. Y nada, bajó a 40. Y luego: “La crisis económica va a acabar con esto” (que es el mito vigente).

El compartido alerta de Ramón Piñango. “¿Será que todavía no es posible emitir esa tremenda voz única? ¿Será que, después de todo, las cosas todavía no alarman suficientemente como para que se logre la unidad social necesaria para sumar fuerzas al denunciar y exigir? ¿Qué desastre, qué conmoción nos unirá, cuántos asesinatos, o de quiénes, son necesarios para un reclamo definitivamente trascendente? ¿Será que el miedo y la autosubestimación reinan en la sociedad civil e inhiben cualquier manifestación de inmenso reclamo colectivo? ¿Será que no existe quien la convoque o que no existe el clima para convocarla? Las explicaciones pueden ser muchas. Pero sean las que fueren, lo cierto es que solo cuando emerja esa poderosa voz renacerá la esperanza”.

PRODAVINCI

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