En una madrugada del 5 de mayo de 1962, por cierto, muy lluviosa, sentado en mi cama eludiendo el sueño, sentía que algo no estaba bien. Las noticias no me permitieron continuar abrazado de Morfeo. Ya sabía de la sedición militar del día anterior. Era el 4 de mayo, momento que un grupo de militares insurgentes contra el gobierno del presidente Betancourt hicieron acto de aparición en la prensa. Sentía miedo. Pero mayor fue el miedo cuando me enteré que mi padre estaba en ese grupo. Él no era militar, pero si un dirigente del PCV; este partido enfrentaba las políticas de Rómulo Betancourt, pues, según escuchábamos, era un gobierno “hambreador” del pueblo y los comunistas, lo debían combatir. Era su misión histórica. El caso es que mi Padre fue hecho prisionero a los dos días. Fueron derrotados los militares y él junto con esos ellos fue arrestado.
Recuerdo que el 8 de mayo, por la tarde, regresaba yo de jugar con unos amigos de la cuadra en el Callejón Los Claveles de los Rosales, cuando avisté unas patrullas policiales en la puerta de mi casa. Entré a ella y vi a mi padre conversar con tres señores. Él al verme me abrazó muy fuerte y detrás de él estaban mis hermanos y mi mamá. En la sala estos señores, sentados ellos, tomaban café. Siempre en la casa había café. Los saludé y ellos dijeron a mi padre: “Eloy, tienes una bella familia”. En efecto, es muy bella. La situación daba visos de problemas. Mi padre estaba en problemas, pero todos fuimos solidarios con él. No era la primera vez que nosotros éramos testigos de sus problemas. Aun, como niños, siempre sentimos la angustia que generaba su realidad política. Mi mamá mostraba un desasosiego que disimulaba con tenacidad, propia de ella.
Sin pretender narrar mi vivencia existencial, no puedo eludir lo que yo comprendí en ese momento. Eloy Torres, mi padre fue hecho preso y confinado en casa. Era diputado y debía ser estudiado su caso por la Cámara de Diputados para allanarle su inmunidad parlamentaria. Todo de conformidad con la letra de la Constitución nacional que había sido aprobada un año antes. Decía que Eloy Torres fue hecho preso por insurgente contra el régimen democrático. Debo recordar que Rómulo Betancourt, exigió a los cuerpos de seguridad del estado el trato más respetuoso para con su adversario político, con quien mantenía un grave disenso político, pero a quien consideraba su amigo. A Eloy, le fue allanada su inmunidad, previa discusión que duró casi seis (6) meses de debate parlamentario. Por haber incurrido en un delito militar fue juzgado por esa instancia. Fue condenado a 16 años de cárcel
Se apeló, y como quiera que era un juicio militar, en manos del Presidente estaba la última decisión. Éste al ser consultado, exclamó: “¿16 años? Es demasiado para Eloy. Rebajen la pena a la mitad, luego de esa condena, él se tranquilizará y buscaremos una salida política y honorable”. Eloy fue condenado a 8 años, 8 meses, 8 semanas y 8 días; transcurrieron sólo 4 años y 5 meses en la cárcel y Eloy salió al exilio, de donde regresó clandestinamente para incorporarse al núcleo de su partido que buscaba un respiro político para reconstruirlo y reparar los daños cometidos. Él, regresó renovado y con bríos para convertirse en un demócrata que no un apóstata, pero sí en un hombre que supo reconocer sus errores. Me permito parafrasear a Borges, el escritor argentino, “La derrota enseña más que la victoria”
Ese 4 de mayo de 1962 fue el inicio de la absurda lucha armada. El PCV y el MIR compraron el tiquete de la insurrección violenta. Copiaron el esquema fidelista. No quisieron ponderar las virtudes del régimen democrático para dirimir las diferencias políticas. El PCV, en particular, con su bien ganado prestigio durante la dictadura de Pérez Jiménez, no atinó a ver la importancia de la política como mecanismo pedagógico para acumular fuerzas. En su lugar se lanzó por el despeñadero de la violencia. Rectificaron y muchos de ellos abrazaron la democracia, entre ellos Eloy. Fue un error muy caro, del cual hoy todavía somos víctimas. Tenemos al frente del país a unos copiones maleducados, incultos y corruptos quienes se han apoderado de las ideas de esos luchadores que buscaron alcanzar el cielo por asalto. Ellos se han apoderado del Estado. Tienen en sus manos armas y recursos, especialmente dinero mal habido y suficiente como para entronizarse en el poder. Ellos gritan ser los representantes de la clase obrera, mientras cierran fábricas y los trabajadores pasan a ser esclavos de las migajas que desde Miraflores lanzan. Es todo un drama.
Muchos de los que arriesgaron su vida por la idea que los motivó, hoy están arrepentidos. Mi padre fue uno de ellos. Lo confesó y lo mejor de esa confesión la encontramos en salida del viejo PCV, para fundar el MAS. Luego, cuando todo el país estaba enloquecido con el Comandante del 4 de febrero, Eloy llamó a votar contra éste, pues hundiría al país en una pesadilla. Eloy, comprendió que esa propuesta, por muy noble que pareciera, era equivocada. El socialismo del siglo XXI sería un fracaso y un desengaño general. Tenía la razón del tamaño de un templo.
Este régimen del socialismo del siglo XXI, será derrotado por la voluntad de los estudiantes, mujeres, jóvenes, viejos, maduros, todos ellos, ciudadanos que buscan su felicidad democráticamente. Eloy, mi padre, hoy, con sus huesos envejecidos, estaría al frente de esas luchas, pero con su corazón rejuvenecido, sugiriendo que no es lo mismo una derrota que un fracaso. Él fue derrotado el 4 de mayo de 1962, pero no un fracasado, pues siempre se motivó por la felicidad de Venezuela y así murió.

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