Tener conciencia de ser ignorante es una situación existencial que permite, a quien tiene la idea clara en torno a sus conocimientos, no insistir en disparates. Sin embargo, quien no sabe de su terrible ignorancia se transforma en un insoportable prepotente, oscuro sujeto habitante de nuestra cotidianidad. A gente sin preparación, como en general los militantes de esta época del socialismo del siglo XXI, se les ocurre desconocer la ruta democrática que la humanidad ha ido escalando y conformando, jurídicamente, durante siglos.
Se trata de esa manera de contener esa parte negra y tenebrosa que los seres humanos tienen, al lado de su ser luminoso. ¿Cómo es posible, dirán mis contradictorios lectores, que una anciana se atreva a decir esto? Justamente, mis queridos, por eso, por ser anciana. Lo dice el dicho: “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Se concede a los años transcurridos en la Tierra un tanto de sabiduría. Este espacio es breve. Los argumentos que esbozaré son simples e ilustrativos de lo que digo.
En primer lugar, para poder creer en Marx, Lenin, Stalin, Mao, Castro y Chávez, entre los más connotados, se requiere estar de espaldas a la historia. Al comprobar y analizar lo ocurrido en la Unión Soviética, más de 70 años, y los países de Europa del Este, Alemania principalmente, basta. En Asia, China, Vietnam y Camboya también el modelo fracasó. No sirvió. No hay ejemplo de que pueda instrumentarse en un país y funcione. ¡No pudieron los alemanes! ¿Qué más decir?
¿No recuerdan? No está lejos: Cuba. Al saber lo que le dio la Unión Soviética durante 20 años, aproximadamente, se nota el dineral que respaldó a esa revolución y contribuyó al hambre de los rusos, como ahora la de los venezolanos. Dieron todo para ayudar a la revolución cubana. Al retirar el apoyo vino el período “especial”, que fue la hambruna más terrible que se pueda imaginar. Sin Chávez, con sus pretensiones de mecenas y el dinero venezolano, producto de la renta petrolera, se habrían muerto de hambre.
No vengan con lo del bloqueo, nadie lo cree. Ante la crisis venezolana están otra vez al borde de la ruina. La pregunta es ¿dónde fueron a parar los reales? Sencillamente: a los corruptos de la revolución. Como los de aquí, son insaciables. No tienen corazón, no les importan el pueblo ni sus miserias.
@EditorialGloria