Llegamos el 14 de abril. En Connecticut tenemos un segundo hogar, muy cerca de las casas de dos hijos… y de la mitad de nuestros nietos. Es el caso de muchas familias venezolanas. Mis relaciones con New Haven datan de mis tiempos en universitarios. Nuestro hijo mayor nació allí. Tenemos amistades de larga data, y en el año 2000 fui incluido en el Consejo Internacional de mi alma máter, la Universidad de Yale. Ya había iniciado yo mi vida pública.

En 1984 llegué al Congreso como diputado independiente, y por una de esas extrañas peripecias de la Providencia, seis años más tarde me convertí en el primer gobernador de Carabobo elegido por voluntad popular. En 1998, ya lo saben, fui candidato presidencial e hice una predicción que todavía ronda por allí.

Lo cierto es que aquí, en este otro mundo, donde aún quedan residuos de un duro invierno, fui sorprendido por denuncias que me vinculan a una supuesta conspiración. ¿El delito? Ser “financista” de JAVU.

No lo soy, por supuesto, pero obligado a escoger entre el diálogo que discurre en Miraflores y la protesta que recorre el país, me inclinaría por las causas de la juventud.

No siempre somos cabalmente comprendidos. Es algo normal porque, como en toda época de profundos cambios tecnológicos, en Venezuela conviven viejas y nuevas culturas.

Cabe un breve paréntesis. Hasta los años cuarenta del pasado siglo, el patio de bolas, las mangas de coleo, y un buen sancocho a la orilla del río fueron los espacios predilectos de encuentro y diversión. Luego, se sumaron las casas de partido. Hoy, salvo en algunos espacios rurales, estas referencias desaparecieron y en su lugar han emergido miles de expresiones espontáneas de la sociedad civil. Se trata de una nueva sociedad y en ella debemos actuar.

Ya lo había dicho Anthony Giddens, ideólogo de la izquierda británica en La tercera vía: En adelante, la gobernabilidad descansará en la sociedad civil. Es algo que muchos jamás comprenderán.

Según nuestra cultura, la nuestra, Julio Rivas hace vida política en Proyecto Venezuela, pero su espacio de actuación ciudadana, JAVU, lo respetamos, siempre que no violente nuestros principios o el orden constitucional. Algo similar ocurre con Alfredo Romero, quien por cuenta propia viene actuando con dignidad y absoluta independencia al frente del Foro Penal.
Hecho este recorrido, comparto con ustedes dos interrogantes.

Se me denuncia de “financiar” a JAVU, organización que ha recibido reconocimientos internacionales por sus actuaciones… y que además no ha sido imputada. Entonces ¿por qué me acusan?

Y otra, ¿por qué somos “conspiradores” solo los que no asistimos al diálogo en Miraflores?

Han transcurrido 20 días desde nuestro arribo y, al ver los árboles cobrar vida y hojas y flores por doquier, acusaciones como estas, salidas de las tinieblas, me cuesta mucho comprenderlas.

¿Será la crisis financiera? ¿Las encuestas?

Quizás usted, amigo lector, me ayude a descifrarlo.

Henrique Salas Römer

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