Mientras las condiciones de vida de los venezolanos descienden a los infiernos, Maduro hace declaraciones procaces sobre la desesperada situación: “La dieta de Maduro te pone duro”, y acepta que encontrar los alimentos cuya distribución controla el ejército “cuesta una bola”. Lo que no admite el mandatario es que los Comités Locales de Abastecimiento y Producción son un nido de especulación y enriquecimiento ilícito a costa de los usuarios que ya no hallan nada en los estantes de los establecimientos.
Siguiendo el ejemplo de su predecesor y mentor, el desaparecido Hugo Chávez, Maduro repite payasadas, baila salsa en sus comparecencias, lanza amenazas y juega peligrosamente con la endeble economía. Lo triste es que las víctimas de sus despropósitos son los venezolanos que ahora deambulan en las calles y entre los recipientes de basura en busca de mendrugos y restos de comida.
Después de15 años de experimento chavista, nunca se había visto tanta escasez en un país con infinitos recursos naturales. Una escasez que está afectando particularmente a los sectores más pobres que en su día votaron por y creyeron en la revolución bolivariana. Todavía la menguante burguesía dispone de recursos para sortear el desabastecimiento generalizado y en los viajes al extranjero puede adquirir los productos que han desaparecido. Pero los que habitan en los cerritos y no tienen familiares en otros países que les envíen remesas, pasan hambre y sus hijos comienzan a sufrir las secuelas de la desnutrición sin una arepa (el alimento básico) que llevarse a la boca.
Nos llegan informaciones e imágenes de ancianos y niños que adelgazan aceleradamente; multitudes en estampidas que se pelean por los productos básicos; historias estremecedoras de madres que están entregando a sus pequeños a otros hogares porque ya no tienen cómo alimentarlos. Entretanto, Maduro tiene la desfachatez de permitirse bromas de mal gusto sobre la hambruna que por días debilita al pueblo.
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