Vamos a precisar algunas cosas. La primera es que no podemos limitarnos a darnos golpes de pecho, metiéndonos en una “batalla de las culpas”, tal como lo escribí en entregas anteriores. “Que fuiste tú o que fueron aquellos”. Eso no significa que optaremos entonces por meter la “cabeza bajo tierra”, como hacen los avestruces. De nada bueno sirve esconder la cruda realidad la cual nos indica que no actuamos acertadamente a la hora de ocupar asientos en la Mesa de Diálogo.
Eso no debe interpretarse en el sentido de que nos negamos a dialogar, sino que se debe hacer con estrategias y agenda previamente acopladas. Hace daño el “síndrome candidatural”, sin lugar a dudas, porque se pierde el foco fundamental que consiste en salir de esta crisis y luego aplicar lo que ya está escrito en los documentos articulados por la Unidad. Los juegos individualistas debilitan la fuerza unitaria, cuando por ejemplo se dice “yo si voy a ese diálogo, aunque la MUD decida lo contrario”. Eso es “mango bajito” para el régimen que aplica la conocida máxima: “divide y vencerás”. Si el gobierno siente que tiene asegurados factores para sentarlos en la Mesa, gana sin dialogar porque comienza fraccionando a su adversario. Otro error es encomendar la misión a representantes por cuenta libre de cada partido participante, sin que previamente se debata sobre el papel y las características de cada uno de ellos. Malísimo, también, las reuniones previas “secretas” que no encajan en este mundo tan virtual en el que vivimos, donde todo se sabe.
Lo sano hubiese sido informar a la ciudadanía de esos encuentros y elaborar una estrategia comunicacional que evitara el laberinto y desconcierto que han generado esas contradicciones. Colocar a los voceros en el disparadero de ser “simpáticos, valientes o populares” es un error cuyas consecuencias terminamos pagando todos. Lo juicioso es tener un guión que cumplir puertas adentro, defender lo esencial (para nosotros debió ser el referéndum revocatorio) y al mismo tiempo la ciudadanía movilizándose, reclamando soluciones para su drama existencial. Desgraciadamente se hizo todo lo contrario. Nos toca ahora retomar el rumbo cierto para la inmensa mayoría de los venezolanos que demandamos un cambio lo antes posible. Por eso, lo pertinente ahora es retomar la agenda parlamentaria que incluye debatir sobre el “abandono del cargo por parte de Maduro”, tal como lo establece la Constitución Nacional en el artículo 233.