La unidad está más viva que nunca, simplemente porque más del 95% de los venezolanos estamos dispuestos a salir de este pésimo gobierno que nos lleva por los caminos de la amargura. Lo que se requiere es saber darle direccionalidad a ese torrente de pueblo que ha confiado en su dirigencia y no merece sufrir desencantos. No es venganza lo que nos anima, es el deseo lógico de superar esta calamidad que tiene nombre y apellido: Nicolás Maduro. Siempre hemos estado claros de que esta lucha no sería fácil, como quien dice, no se trata de “coser y cantar”. Se requieren sacrificios, coraje para asumir riesgos, y sobre todo, grandeza de alma para no colocar por encima de los intereses del país, nuestras diferencias circunstanciales, los rencores, ambiciones personales o proyectos grupales.
Lo que nos está pasando es desconcertante, porque somos la inmensa mayoría, venimos de pre-revocar a Maduro el pasado 6 de diciembre de 2015 con ese triunfo atronador que nos dio una presencia calificada en la Asamblea Nacional. Pero se cometieron errores y si no lo admitimos no vamos a superar las equivocaciones. No se trata de “echarnos paja unos a otros”, porque con eso no se logrará nada positivo, pero tampoco de pasar la página como si nada hubiera ocurrido. Hay que rectificar y volver a movilizar las emociones de un pueblo que quiere cambios ya. Escribo con la autoridad moral de saber que Antonio le hizo llegar un mensaje a los líderes del G4, advirtiéndoles que se cuidaran de una trampa que le querían montar a la MUD en Santo Domingo.
Ese mensaje se transmitió 3 días antes de aquel sábado en que se verificó la maniobra del gobierno en tierras quisqueyanas, que buscaba 4 objetivos, a saber: 1.-Provocar que afloraran diferencias en el seno de la dirigencia opositora. 2.- Ganar tiempo para la sobrevivencia de un régimen agonizante. 3.- Desmontar el informe del Dr. Almagro en la OEA y 4.- Seducir a la dirigencia opositora en la aplicación de un plan para enfrentar el “boicot económico” causante de la escasez de alimentos, medicinas, inflación y devaluación. Caímos mansamente, esa es la dolorosa verdad, como también nos metimos el autogol acudiendo a un diálogo sin la firmeza de defender el referéndum revocatorio.
Esa era, junto a la liberación de los presos políticos, la esencia de la agenda que han debido llevar entre manos nuestros negociadores. No lo hicieron y eso hay que tenerlo en cuenta. Esto no es un pase de factura, es simplemente hacer un inventario de lo que ocurrió para que no se reincida en la equivocación táctica.
Ahora lo que toca es reinventar la Unidad, reformulando su conducción, abriendo espacios, sin exclusiones odiosas, luchar de cara al país al que nos debemos, salir a la calle con una ruta estratégica definida y un mensaje con contenido principista que avive la fe de ese pueblo que lo ha dado todo cada vez que lo convocamos, en la calle o desde su teclado, escribiéndonos lo que le sale del alma.