Para muchas parejas el sexo se ha convertido en un telegrama, un atajo, un holograma, un plato precocinado, una rueda de prensa por pantalla de plasma o una conversación por Skype. Cumplen su función, pero falta estusiasmo.

Una buena regla para clasificar si una película porno merece la pena verla o no, sería saber si en ella se contemplan las zonas erógenas, o si se va directo al grano, es decir, a los genitales. ¡Otra mujer queriendo ver una historia de amor en el género pornográfico!, pensarán algunos, que ríen ante esa broma que dice: “¿Por qué las chicas ven una peli porno hasta el final? Para ver si se casan”.

Bromas aparte, no se trata de sexo duro o blando, ni tampoco se reduce solo a hablar de preliminares, pero lo cierto es que los sexólogos nos avisan que cada vez hay menos erotismo y sensualidad en el sexo, que tiende a convertirse en una mala cinta X, en un mete saca, en un maratón de posturas, en una zumba de cama, en un master chef de la lujuria y en un depósito a plazo fijo de la libido, no siempre disponible ni con liquidez. Pero, si el capitalismo y el sistema de producción chino, que se resume en las nuevas tres b: basura, barata y a bajo coste, lo ha inundado todo, ¿por qué iba la sexualidad a escaparse de rositas a esta filosofía universal?

Para muchas parejas el sexo se ha convertido en un telegrama, un mueble de Ikea, un atajo, un holograma, un plato precocinado, una rueda de prensa por pantalla de plasma o una conversación por Skype. Tal vez no esté mal del todo, tal vez hace su función, pero falta ambiente, alma, entusiasmo, ritmo, y eso que los boleros de antes llamaban frenesí. Cualidades que estamos acostumbrados a relacionar con el amor, ese mayordomo para todo, que nos provee con cualquier caprichito que se nos antoje y que hace el trabajo por nosotros. Pero cuando el sexo se vuelve mecánico, porque ya dominamos la técnica y queremos obtener los mismos resultados en la mitad de tiempo, los sexólogos nos mandar volver a empezar de nuevo. Desprogramarnos, retomar el sistema de producción artesanal, dejar el coche para hacer el camino andando y así poder fijarse, y hasta detenerse, en el paisaje. En este ejercicio que los profesionales llaman focalización sensorial, las zonas erógenas, que generalmente juegan en la tercera o cuarta división de los juegos de cama, pasan a la primera y se hacen con la liga.

Hay que recalcar que no estamos hablando de los preliminares, sino de las partes erógenas del cuerpo y que, aunque éstas son importantes en el precalentamiento, también deberían serlo durante toda la relación sexual. Otro aspecto importante, que todo buen amante debería saber, es la diferencia entre sensibilidad y placer, ya que una zona extremadamente sensible puede no ser placentera según cómo, cuándo y dependiendo de quién la toque. Así, abalanzarse al clítoris o al glande al poco de empezar, practica que muchos califican de preliminares porque van antes de la introducción, no solo puede molestar, si uno no ha alcanzado aún la temperatura adecuada, sino que su efecto puede ser similar al de un cubo de agua fría. Muy bueno si lo que se quiere es engrosar la lista de los participantes en el ice cube challenge, pero con controvertidos efectos eróticos.

No estaría de más, también, que empezáramos a ver esos mapas de las zonas erógenas del cuerpo y su diferente puntuación, como los de los primeros exploradores. Sumamente interesantes, pero con escasa utilidad práctica a día de hoy, porque cada cuerpo es un planeta diferente, y porque la anatomía humana es una caja de sorpresas y guarda tantos misterios como el universo. De vez en cuando, la ciencia nos sorprende y descubre un trozo de nosotros mismos que permanecía escondido, tímido, sin darse a conocer, al mismo tiempo que llevaba realizando una labor esencial; mientras que por otro lado, puede desenmascarar a un órgano sobrevalorado y hábil en el manejo del marketing, al que le habíamos concedido una importancia desmedida.

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