Es más común de lo que crees sentir que tus pies se encogieron al darte cuenta de que ya no eres 24, sino 23.5 o inclusive un número entero menos. Esos cambios casi imperceptibles que sólo notas cuando algo te molesta o inclusive te causa heridas, en este caso la horma de tus zapatos, ocurren todo el tiempo.
No porque algo funcione al principio, siempre lo hará. Las relaciones humanas, nuestras costumbres y hábitos, las actividades que hacemos todos los días y la vida en general forman parte de un engranaje que pierde movilidad con el paso del tiempo. Las tuercas se botan, el aceite se consume, los fierros se oxidan y el sistema completo se atrofia hasta no poder girar más.
Nos damos y le damos a los demás la oportunidad de acercarnos –poco a poco– a la felicidad absoluta; no obstante, en cuanto aquello en lo que hemos invertido tiempo y esfuerzo nos comienza a alejar de ella, es momento de cerrar ese ciclo. Por ejemplo: si tienes un amigo o una amiga con derechos y su relación al principio era divertida, erótica, inspiradora o emocionante, pero ya no es así, tal vez ya no es una buena idea mantener ese lazo sexual y amistoso con él o ella.
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¿Cómo saberlo?
Cuando hablan o se ven tienen más peleas que momentos divertidos o excitantes.
Los celos aparecieron de un momento a otro y van en aumento.
Ya no toleran que el otro salgo sin avisarles.
Se sienten desplazados por algo o alguien.
El sexo ya no es tan placentero como hace tiempo.
A alguno de los dos le gusta alguien más.
Una de las partes se enamoró y, en realidad, busca tener una relación formal.
Se intentan controlar el uno al otro.
Su amistad ha comenzado a verse afectada.
Uno de los dos tiene pareja y esconderse se ha vuelto agotador.
Alguno desea darse la oportunidad de conocer a alguien que sí quiera comprometerse.
Ya no se divierten juntos y sus encuentros se han vuelto monótonos.
Les cuesta trabajo llegar al orgasmo, cuando antes era lo más fácil del mundo.
Alguno de los dos no tiene tiempo para sostener la relación abierta que acordaron.
No quieren ni pueden aceptar que ya son más que sólo “amigos con derechos”.
Tener sexo y pasarla bien sin formar un verdadero compromiso los hace sentir culpables.
Están cansados de que todos preguntan, “¿qué son?”
A alguno de los dos no le queda claro qué tipo de relación tienen.
Una de las partes se enamoró de otra persona.
Ya no están de acuerdo en tener otras relaciones además de la suya.
Ser amigos con derechos los hace sufrir más que disfrutar.
De acuerdo al discurso que la psicología comparte para explicar la codependencia, ésta aparece cuando queremos controlar algo o a alguien, lo cual quiere decir que en realidad ese algo o alguien nos controla a nosotros. Es decir, cuando tenemos una relación –del tipo que sea– por ejemplo un amigo con derechos, no es tan fácil comprender que esa persona no nos pertenece y que además, de acuerdo a lo que significa esa etiqueta, no podemos reclamarle ni exigirle ningún tipo de exclusividad u otras cosas que en una relación formal sí son posibles.
Sé sincero y si no quieres un amigo con derechos, sino una novia o un novio, no te arriesgues a sufrir desde un inicio aceptando ser la compañía de alguien sólo para no estar solo.