“El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe” es frase que, por docta, podemos atribuir, si no a un sabio, cuando menos a una persona sensata, sin la ofuscación que producen las gríngolas ideológicas y el histerismo dogmático de los que creen pertenecer al bando de los buenos. (…) Ello explica, pero no exculpa, la conducta del mandamás de turno en Venezuela, quien, con el estilo de un perdonavidas, ha vuelto a hacer gala de procaz incontinencia verbal al injuriar a quienes le critican y les ha recordado la madre a los trescientos y pico de diputados españoles que han solicitado la libertad de los opositores presos por razones políticas (…).
El desencuentro con los españoles —el tercero en seis meses— le viene de perlas a quien acaba de salir con las tablas en la cabeza de su más reciente intento de ocultar la realidad nacional con desplantes nada diplomáticos y delirantes referencias a supuestos ejes del mal que incluyen, claro está, a Madrid (…).
Pensar —como hace en Venezuela el régimen cívico milico— que Mariano Rajoy maneja las Cortes a su antojo y dicta líneas a los diputados es juzgar al Gobierno y al Estado españoles a partir de la propia condición absolutista y la concepción totalitaria del régimen rojito.
Esa incomprensión del papel de las instituciones en los países democráticos no es exclusiva de Maduro; Chávez no entendió, no quiso o no pudo entender jamás que la justicia y la legislatura si no son autónomas no tienen razón de ser. Vamos a ver qué escarnios esperan a los colombianos, ahora que sus senadores se han pronunciado en igual sentido que los españoles.