Aunque suene a chiste, la reina egipcia podría haber sido la artífice de un complejo mecanismo con recursos que permitió su época. De Cleo… al padre de los dildos modernos.
Sí lo afirma en “Sex Story” su autor, Philippe Brenot, en un libro que combina saberes de antropología y sexología. Al parecer, la fama de la pasión y ninfomanía que circula alrededor Cleopatra, uno de los personajes más atractivos de la historia, tienen un costado, ¿cierto? El dildo -juguete sexual- se habría improvisado con materiales de la época y contaría como el primero de la historia. Consistía en un rollo de papiro que contenía en su interior abejas vivas y revoloteando -y vibrando, para ser más precisas-. De lo que surge un sin fin de preguntas que, por supuesto, la historia no sabrá responder: ¿Cómo se cerraba? ¿Y si una abeja se escapaba? ¿Cuántas entraban? ¿Cuánto tiempo duraban vivas en la cavidad vaginal sin morir de asfixia?
Los dibujos de Laetitia Coryn ilustran “Sex Story” y lo muestran así.
El verdadero padre del vibrador moderno
Joseph Mortimer Granville, un medico clínico, era famoso por curar la histeria de sus pacientes. Esta “fiebre uterina” era la enfermedad (real o inventada) con la cual la medicina pre freudiana diagnosticaba ansiedades y malestares de muchas mujeres de clase media alta del siglo XIX. Hacia el año 1880 era común que en los consultorios se masturbara a las pacientes hasta hacerlas acabar con el objetivo de curarlas. Ahí fue cuando Mortimer, cansado de realizar el masaje orgásmico a tantas por día, inventó un aparato que hiciera el trabajo por él.
El uso de estos juguetes-a pedal, batería o gas, rústicos y con forma fálica- era exclusivo de la medicina. Y no había, como puede deducirse con lo habitual de la práctica, tanto tabú con el orgasmo clitoriano dentro del consultorio, al que se subestimaba (tratándolo de infantil, o como una simple descarga de tensiones).