Villca Fernández, expreso político, quien fue puesto en libertad a mediados de junio y hoy se encuentra desterrado en Lima, Perú, declaró que los presos políticos del régimen de Nicolás Maduro son “tratados como animales, obligados a vivir bajo un permanente estado de tensión, disputándose los espacios con reos comunes de alta peligrosidad y con ratas gigantes que deambulan libremente por las instalaciones”, así lo reseñó el periódico Nuevo Herald.

“Bienvenido al infierno”, le dijeron al llegar a El Helicoide, uno de los principales centros de reclusión del Servicio Bolivariano Nacional de Inteligencia (Sebin) en Caracas.

“Y no estaban exagerando”, comentó Fernández en una entrevista telefónica. “Si El Helicoide no es el infierno, entonces por lo menos está a las puertas”.

Pero la mayor preocupación es la tortura, debido al trato cruel e inhumano que es empleado con frecuencia por los custodios. “En varias ocasiones vi como a los prisioneros se les aplicaba electricidad en los testículos, en los tobillos, y en la parte de atrás de las orejas. Lo vi varias veces y en otras ocasiones lo escuché cuando se lo aplicaban a otros porque gritaban”, expresó Villca.

La reja

Desde el primer día, Fernández se dio cuenta de que su fortaleza sería puesta a prueba. Poco después de ingresar al penal, le esposaron un brazo a una reja. Pensó que sería un breve lapso hasta que las autoridades determinaran su ubicación final.

Pero pasó allí, esposado a la reja, 28 días de pie o de cuclillas, pero sin poder acostarse en el piso para dormir. Era liberado solo 15 minutos a diario para ir al baño, pero nada más.

A veces se recostaba en la reja, se agachaba con el brazo levantado para intentar descasar, pero no había forma de estar cómodo.

La reja daba hacia un vertedero de aguas negras de donde provenían algunas de las ratas más grandes que Villca había visto en su vida.

También pasó hambre. La comida era escasa y muy mala. Agua no le daban. Dependía de los prisioneros de la celda de enfrente, lugar bautizado con el sobrenombre de “Guantánamo”, desde donde le tiraba ocasionalmente botellas de agua.

La celda “Guantámano”

Con solo 10 metros de ancho por 12 metros de largo, la celda albergaba 60 presos, allí fue trasladado Villca tras la presión pública.

Las restricciones de movimiento eran aún mayores en el caso de él dada la orden impuesta por las autoridades del penal que le obligaban a permanecer siempre a la vista de una cámara de video que monitoreaba parte de la celda.

Cabe destacar que los prisioneros se veían obligados a defecar delante de todo el mundo. Lo hacían en el mismo espacio donde dormían, sobre papeles de periódicos que metidos posteriormente en bolsas eran eventualmente recogidos por los custodios, “cuando se acordaban”. 

No obstante, los presos comunes se rehusaban a protestar, por lo general, “los presos comunes tenían mucho miedo porque los torturaban mucho, les daba mucho palo. Maltrataban a todo el mundo, pero la frecuencia era mayor con los presos comunes”, manifestó.

Los golpes eran propinados la mayoría de las veces con unos tablones, o con mazos.

“Los desnudaban en las madrugadas y les golpeaban hasta que no pudieran mantenerse de pie. Tenían todo el cuerpo lleno de morados, pero golpeaban con más frecuencia los glúteos. Esa suerte lo corría cualquiera que ellos quisieran. Todo el que entra, va a ser torturado de una u otra forma”, dijo Fernández.

Bolsas negras y gas lacrimógeno 

A Fernández eventualmente lo sacaron de Guantánamo y después de un breve lapso por una celda más pequeña y cómoda fue eventualmente trasladado a otra celda mediana que ocupaba con otros 23 presos, muchos de ellos comunes.

“Nos colocaban bolsas negras de plástico en la cabeza para generarnos la sensación de asfixia. No contentos con eso, luego nos rociaban gas lacrimógeno, o insecticida dentro de la bolsa”, señaló.

La bolsa te asfixia mientras el gas pimienta te afloja la mucosidad. Eso es una experiencia muy difícil. Ellos te mantienen con la bolsa hasta que se dan cuenta que no aguantas más. Ahí uno es presa de la desesperación y el pánico y no se da cuenta de cuánto tiempo está sometido bajo la bolsa, explicó.

Otros de los castigos era enviar al prisionero a una celda de castigo llamada la Cámara del Tiempo, que se trataba de un baño pequeño sin luz.

“Ahí puedes pasar una noche, una semana, un mes o hasta seis meses, encerrado allí sin ver la luz. Uno cuando entra allí no sabe cuándo va a salir”.

El primer motín en El Helicoide

Tras el atroz trato de un funcionario llamado por los prisioneros “El Perro” y por las constantes torturas se presenció el primer motín en El Helicoide para exigir el fin de las violaciones de los derechos humanos.

“Los presos le tenían terror, porque el sadismo de ese comisario es increíble. Pasaba frente a las celdas y de repente le decía a los funcionarios, ‘sácame a este’ o ‘sácame a estos dos’. Eso pasaba en las madrugadas”, relató Fernández.

“El pegaba con un mazo de pino muy grueso y largo. Te pegaba salvajemente por todo el cuerpo. En una ocasión casi mata a un preso común, tuvieron que sacarlo de emergencia, y lo tuvieron que operar porque le desprendió uno de sus órganos internos. […] Todos los días tenía una víctima”. 

Al inicio del motín, los guardias trataron de mantener el control de las instalaciones, pero tuvieron que ceder el control en vista de la gran cantidad de prisioneros que terminaron sumándose.

“Éramos muchos y era mucho el rencor, el odio, que tenían muchos presos hacia unos funcionarios. Así que ellos lo que hicieron fue salir corriendo, pero terminamos echándolos sin violencia”, dijo Fernández.

Asimismo, existió peligro ante los constantes intentos de los agentes por retomar el penal, regresando con fuerza y disparando con escopetas y lanzando gas lacrimógeno contra los reos, quienes estaban atrincherados y habían bloqueado las puertas.

“Nosotros no nos íbamos a rendir, muchos de nosotros estábamos dispuestos a pelear y defender con la vida lo que estábamos defendiendo”, expresó.

El motín terminó luego de que la fiscalía se presentara a las instalaciones y se comprometiera a escuchar las demandas.

Libertad bajó condición: Así actúa el régimen de Maduro

Fernández terminó siendo excarcelado pocas semanas después del motín. Estuvo entre el número de presos políticos que Maduro decidió sacar de las cárceles como parte de sus esfuerzos por tratar de contener el creciente número de críticas internacionales sobre las violaciones de los derechos humanos.

“Los encarcelados en Venezuela no pueden hablar, no pueden declarar, no pueden moverse en el país, tienen que presentarse cada ocho días ante un juez que no es autónomo y es el brazo ejecutor de las violaciones de los derechos humanos del régimen”, señaló.

El dirigente dijo estar muy agradecido con Perú por haberle recibido, lo cual fue la exigencia impuesta por el régimen de Maduro para que pudiera salir del penal, pero aún estando fuera de la cárcel el dirigente dice no sentirse totalmente libre.

“A mi me han botado como un objeto del país que me vio nacer. Yo hoy no me siento en libertad. Seré libre cuando Venezuela sea libre”, sostuvo.

EL COOPERANTE

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