El Consejo de Protección del Niño y el Adolescente de Sucre ha reportado 10 casos de jovencitas que se van a otras regiones del país porque están amenazadas por sus parejas que son delincuentes

Carolina es una joven de 15 años y a mitad del año escolar que finalizó recientemente dejó sus estudios. No le interesaban porque tenía un novio que le daba todo. Le compraba los vestidos que quería, los paseos y hasta le daba dinero. La complacía en todos sus caprichos. Su madre creía que era el hombre perfecto, no solo porque llenaba de detalles a su hija, sino porque se veía un muchacho tranquilo y respetuoso.

Pero esa imagen se vino abajo cuando la madre de la joven descubrió una conversación privada en el Facebook en la cual él le sugirió a la muchacha que si su mamá no le quería prestar el carro se lo robaran entre los dos.

“No seas gafa, si no te lo da, se lo quitamos”. Luego de leer el mensaje, Isaura Rodríguez, madre de Carolina, le prohibió que lo viera más.

En el barrio Inés Romero de San Félix (estado Bolívar), donde Carolina vivía con su madre, circulaban rumores de que al joven —que no llegaba a 20 años de edad— lo conocían en la zona como Niño Invento. Se dedicaba a robar vehículos. “Me decían ‘Ese muchacho no es una buena persona, su apariencia angelical es una fachada’, pero no lo quise creer hasta que vi ese mensaje en el Facebook”, relató Isaura.

Pese a que alertó a Carolina sobre las andanzas del muchacho, ella no lo quería dejar hasta que él le propuso que le sirviera de señuelo para robar un carro. “Mi hija no aceptó y empezó a tenerle miedo. El muchacho la golpeaba y la amenazaba cuando ella no accedía a sus peticiones. En varias ocasiones le dijo para intimidarla: ‘A mí nadie me deja. Yo soy el que termina la relación y si lo haces, te mato y no estoy jugando”.

Asustada, ella le dijo que bajo esas condiciones no podía continuar. El joven la perseguía a los sitios a donde ella iba. ‘Mi hija no podía ir a la bodega del barrio porque la seguía, y una vez tiroteó la fachada de la casa, en señal de que no estaba jugando. En ese momento dejé el miedo a un lado, porque debo pensar en la seguridad y la estabilidad emocional de mi muchacha, me la llevé a casa de una comadre en Maracaibo que nos brindó protección para salvarla de ese pran y la inscribí en otro liceo. Vendí mi casa y no regresé”.

Aterradas y sin salida. En el barrio de San Félix, donde vivía Isaura, otras ocho adolescentes han abandonado la zona por temor. Se han involucrado con cabecillas de bandas delictivas del barrio y cuando se ven amenazadas por ellos, que también intentan involucrarlas en sus crímenes, se marchan como una medida de desespero para rehacer su vida por una que les dé tranquilidad.

De cada 100 adolescentes por lo menos 10 son desplazadas de sus lugares de origen por esta causa con la ayuda de sus padres, de acuerdo con Hisvet Fernández, coordinadora del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres.

“Las jovencitas suelen buscar en un hombre el perfil del proveedor, aquel que las proteja, que las represente. En el barrio, los azotes son los que reúnen ese perfil porque son los que manejan grandes cantidades de dinero por la venta de drogas, y están en capacidad de darles lujos. Ellas, además de estatus, ganan respeto porque son las novias del malandro del barrio, el tipo popular. Luego se ven acorraladas porque si deciden terminar ellos no lo aceptan, entonces no les queda otro camino que huir”, explicó la experta.

Los victimarios las acosan sin pudor, según Fernández. Ellos no le temen a la policía ni a las reglas porque saben que en Venezuela reina la impunidad y si los arrestan no van pasar mucho tiempo tras las rejas.

Testigos de crímenes. Este tipo de situaciones es el denominador común en las barriadas de Barquisimeto, Maracaibo, el Distrito Capital y Miranda. En lo que va de año, Anyegeimar Gil, consejera de Protección del Niño y el Adolescente del municipio Sucre, ha trabajado 30 casos de adolescentes con edades comprendidas entre 13 y 17 años de edad de las comunidades José Félix Ribas, San José y San Blas que son víctimas del acoso de los azotes del barrio.

De esa cifra 10 jovencitas han migrado con la ayuda de sus familiares a Táchira y Zulia. Los desplazamientos por este motivo han ido en aumento en los últimos meses. “Buscamos la forma de que sus familias las apoyen porque ellas están aterradas, algunas los han visto armados, han sido testigos de crímenes y terminan por reconocer que el comportamiento del malandro que escogieron como novio no es el adecuado”.

Aixa Abreu, orientadora de un plantel de la Cota 905, consignó ante el Ministerio Público cinco denuncias contra azotes del barrio que impulsaron a sus novias a irse de la comunidad porque las tenían acosadas. Destacó el caso de un preso del Rodeo que mandaba a vigilar a una de sus alumnas. “Escuchaba que ella le comentaba a sus compañeras que el hombre la mandaba a seguir a dónde iba, que no hallaba qué hacer con él. Le pregunté y me contó. Hablé con sus padres y decidieron irse para evitar que la crisis de nervios de la muchacha continuara”.

Los reclamos de Abreu ante la Fiscalía les resultaron caros porque también ha sido víctima de amenazas de muerte. “En una oportunidad uno de los malandros llegó ebrio al salón de clases y los compañeros tuvieron que sacarlo. Esas advertencias no me han intimidado”.

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EL NACIONAL

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