Las “Hermanas del Valle” no son monjas católicas. Se consideran una congregación feminista, activista, y espiritual. “Hermanas del valle” es también el nombre de su negocio que, a través de una página web y de pedidos por correo postal, elabora y distribuye productos de cannabis medicinal.
Tomando ideas de ritos celtas, vikingos y nativos americanos, o inspiradas en los enclaves beguinos de la Europa medieval, la vida en la “abadía” de Merced, en la zona interior central de California, parece estar a medio camino entre una comuna y un colectivo “nueva era”. La hermana Kate es la fundadora. Su papel ante el resto de la congregación, que fluctúa pero no supera la decena de activistas jóvenes, es una mezcla de líder ideológica y jefa.
Problemas con las autoridades
La hermana Kate no ha sido siempre la hermana Kate. Antes era Christine Meeusen, una madre del medio oeste de ascendencia holandesa y alemana, con una carrera en asesoría financiera, que se vio en la calle con sus tres hijos adolescentes después de un divorcio agresivo. Emigrada a California, en 2008 encontró en la marihuana una manera de salir adelante económicamente. Junto a su hermano creó una cooperativa donde cultivaba la marihuana para uso medicinal y la repartía entre pacientes del valle, una zona agrícola de California notoriamente pobre.
El proyecto no tardó en chocar con las autoridades de la zona, según la hermana Kate. “La marihuana para uso medicinal es un negocio legal a nivel estatal, pero las fuerzas del orden a nivel de condado y de municipio se niegan a aceptar esa legalidad. Teníamos que ser muy silenciosos y, por ejemplo, si nos robaban, no podíamos denunciarlo”.
Que ahora la marihuana sea legal en California quizá les ayude a salir de esa zona gris aunque, como ella misma explica, el CDB no está regulado tampoco con la nueva ley, que se ocupa únicamente de la comercialización del THC. Aún así, les ayudará a vender el cannabis que les sale demasiado cargado de THC a otros dispensarios de la zona sin necesidad de esconderse.
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